Ahora resulta que lo malo no es que los alumnos del IES Vila-roja de Almassora tengan de recibir las lecciones envueltos en mantas como comparsas de Bocairent por Sant Blai o novios de los de antes que pelaban la pava a través de la reja bajo los terribles relentes de enero. Lo malo es decirlo, propagarlo ¡Van a pensar que somos pobres! Pues en el IES Rascanya, Valencia, pasa algo parecido: no llegan a las mantas pero apagan la calefacción después de entonarse los cuerpos y luego, hala, a fortalecer el organismo frente a los agentes exteriores, aunque no por mucho tiempo: el cambio climático nos convertirá en Guatemala.

Es uno de los muchos misterios de esta democracia que han fabricado a medida de un consumidor ignaro y quejica, sin resistencia a la frustración, manipulable. Nos parece un acto de energía la amenaza del ministro Montoro de sancionar duramente las desviaciones del presupuesto cuando el único modo de saber que van en serio es que alguno de los muchos ladrones, forajidos, manirrotos, regalados, evasores y carteristas con cargo público del pasado más reciente —aún no se ha secado la sangre de sus fechorías— vaya realmente a galeras. Entonces, creeremos. De momento, es la fantasmada de un contable sin imaginación que quiere penalizar —por principio— el déficit aunque sea por algo necesario o que valga la pena.

Y entre derrochadores, ha surgido el misterioso episodio del diputado Duran i Lleida, hombre inteligente que, en pocos meses, ha dilapidado todo el capital de simpatía que había despertado, cabreado a diario, enfurruñado con el mundo, indisponiéndose con mariquitas y jornaleros (mucho más hombres, no hay color), con andaluces y moros y amenazando ahora con querellarse contra el periodista Xavier Bosch por preguntarle —preguntar no és ofendre— por supuestas gestiones de lobby a favor de la industria farmacéutica catalana. Se nota que les hubiera gustado más pilotar los tiempos de prosperidad, pero es ahora cuando se ve al torero, no cuando viene todo rodado y has de lidiar una cabra mocha.

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