El poder tiene sus leyes, y para mantenerse en buena forma necesita carisma de autoridad. Una ley de todo poder, para no perder carisma, es ésta: un general no debe dar una orden si no está seguro de que será cumplida. Otra ley podría ser la siguiente: cuando el que manda hace una propuesta debe asegurarse antes de que será atendida. De hecho, todo presidente, a la hora de nombrar su equipo, se asegura a través de vías indirectas de que cuando él llame a alguien para ofrecerle ser ministro le dirá que sí. Creo que Vargas Llosa ni hacía falta ni hubiera sido un buen presidente del Instituto Cervantes, pues se trata de un trabajo a largo, él se cansaría pronto y buscaría un pretexto sonoro para irse. Un mal negocio político, aunque de momento provoque relumbrón. Pero ni eso: la negativa ha sido un lamparón, sin relumbrón previo. El mensaje al mundo es: España ya no está de moda.