Entre los eufemismos que diluyen o amortiguan la repulsa que merecen las agresiones del varón sobre la mujer figura el de «violencia doméstica». El adjetivo «doméstica» no define bien esa conducta porque el domus o vivienda familiar también puede albergar actos de violencia de otra índole. Un niño de seis años que durante la cena golpea el brazo del padre desatento actúa asimismo con violencia, pero ésta no encaja en el fenómeno que pretende describirse. Y, a la inversa, ciertos actos violentos del varón sobre la mujer acontecen fuera de casa; una bofetada propinada por el marido en la calle no deja de ser un acto de violencia masculina sobre la esposa por el mero hecho de producirse a descubierto.

Sucede con el eufemismo «doméstica», que esconde la naturaleza del abuso: el hecho de venir perpetrado por el hombre sobre la mujer; al encubrir su naturaleza, al desviarnos de su presencia, se hace reo de una ocultación que minimiza el hecho. Como todos los relacionados con la violencia, este eufemismo resulta dañino porque perjudica a la víctima en beneficio de su agresor.

Menos impropias que la anterior resultan «violencia machista» o «violencia de género», locuciones empleadas con frecuencia en los medios de comunicación. Pero tampoco aciertan a definir el hecho. La primera yerra por razones lógicas, pues reduce al varón a su ascendencia zoológica y además carga a los machos animales con un oprobio que raramente merecen. Los reparos que caben a la segunda fórmula son de índole gramatical, pues el género no rige para las personas, sino sólo para las palabras: el género de un artículo de un sustantivo... los vocablos tienen género; las personas, sexo.

En lugar de todas ellas, más o menos deficientes, propongo utilizar la expresión «violencia sexista». Como es sabido, se entiende por sexismo en general la conducta discriminatoria hacia la mujer. El adjetivo «sexista» refleja bien el hecho que nos ocupa, pues aquí el hombre no golpea a otros hombres, o a niños, sino precisamente a la mujer en tanto mujer. El vocablo denota la cualidad esencial de que el sujeto agente de la violencia es varón y el sujeto paciente, mujer. Si en el vértice inferior de esta panoplia semántica «violencia doméstica» se nos aparece a la vez como impropia y trivializadora, «violencia sexista» resultaría la más idónea al definir el hecho con propiedad y, al tiempo, en su integridad.