Con la gasolina a 1,41 euros el litro, uno escucha en la radio del coche que España y los otros 26 miembros de la Unión Europea van a alinearse con Estados Unidos y van a dejar de comprar petróleo a Irán y se echa a temblar. El ministro García-Margallo lo tiene claro. Los aliados son los aliados y hay que estar con ellos a las duras y a las maduras. Es inaceptable que el Gobierno iraní mantenga su programa de enriquecimiento de uranio y... bla, bla, bla. Desde su chalé de Xàbia, el ministro de Exteriores se asombrará en verano con los desfiles de los moros, pero en lo importante, lo del dinero, nos mete en el bando cristiano. Ahora hay que dejar a Ahmadineyad sin «petroeuros» por la sospecha de que disfraza de sanitario un programa nuclear bélico. Por si ataca a Israel. Mientras, en Tel Aviv pueden engordar los átomos de uranio que quieran, y en la India, y en Pakistán, que son amiguetes. Pero en Corea del Norte o en Irán no, que ésos son unos bordes y están jugando con fuego.