Mientras Bildu parece la serpiente de otoño-invierno (o de la legislatura), en otras latitudes cuecen habas todavía más duras de roer. El PM (primer ministro) británico, Cameron, ha intentado torear a los escoceses y su parlamento, surgido de las últimas elecciones, con una oferta tentadora y hay quien dice que envenenada. Que pueden celebrar el referéndum sobre la independencia de Escocia (sí, han leído bien) siempre que se atengan al calendario que él marque y las preguntas se consensúen. Los nacionalistas escoceses, que ganaron por goleada y dominan su parlamento, quieren celebrarlo cuanto antes y han puesto ya pregunta y fecha, la efeméride de su gran batalla contra Inglaterra, en la que perdieron sus libertades nacionales. Todo un símbolo. No se sabe cómo acabará el asunto, porque los leguleyos arguyen que este Gobierno escocés no tiene potestad para promover un referéndum.

¿Y qué tiene que ver esto con nosotros? En España, los nacionalismos cotizan a la baja, aunque hayan ganado en sus territorios las elecciones. Es una paradoja más de la asimetría histórica, social y mediática. Incluso las autonomías están ahora mal vistas y recae en ellas la sospecha de ser la fuente de los males y alguna «lo peor de lo peor». Se llega a pensar en otra Loapa, para poner control del presupuesto(o del déficit).

Y Cameron, conservador a carta cabal, hace el envite en una Europa en la que Bélgica ha necesitado año y medio para pactar un Gobierno y casi se parte en dos. En la que sólo el federalismo suizo multilingüe y el germano, impuesto por los aliados, aguantan bien. Y en la que la Liga Norte quiere recrear la Padania y cortar la unidad italiana. Y ante eso, todo vale y hasta Berlusconi era un factor de estabilidad.

Por supuesto, en España hace años que se reclama algún referéndum como el de Escocia, pero hasta ahora sólo hemos visto algún que otro sucedáneo en ayuntamientos catalanes con mucho ruido y pocas nueces. Y la cuestión se debate sobre su fundamento y su viabilidad. CiU saca parte de su fuerza disuasoria en los momentos claves amagando y no dando.

En el Reino Unido pues vivirán un acontecimiento histórico, algo que jamás se ha cebrado en el Ulster (Irlanda del Norte), pero sí en le diminuto Gibraltar con el mismo argumento falaz que utiliza para seguir en el enclave hispanoamericano de las Malvinas. De grado o por fuerza, de un modo u otro, Escocia elegirá su ubicación para el siglo XXI. Y eso en el momento en que los conservadores sueltan amarras y casi rompen con la UE. Lo que era bueno para Kosovo puede ser bueno para Escocia. Escocia, pues, está dispuesta a arremangarse el kilt (la falda escocesa de los hombres, bajo la que no se ponen nada). Como se ve en el filme de John Ford, Maria Estuardo. Que Escocia se arremangue el kilt y veamos su fuerza.