La jerarquía de la iglesia es mucho peor de lo que habíamos imaginado. No tienen suficiente con haberse metido en nuestras conciencias y habernos robado cotas de felicidad amenazándonos con el fuego eterno inventado. No tienen suficiente con habernos fornicado durante años, usando su terminología; ahora insisten. Mientras disfrutan de privilegios injustificados desde siglos y se pasean con boato, vestimentas de seda y palmatorias de oro, predicando la pobreza y la caridad que no practican.

Pero no queda ahí. Disponen de subvenciones millonarias, ajenas a cualquier crisis, con un concordato injusto que no permite separar, de una vez por todas, la iglesia y el estado, ni sustituir definitivamente en lo público, la Biblia por la Constitución.

Y siguen; de nuevo con el apoyo del erario público, enseñan fantasías y misterios de la trinidad y, de paso, deslizan algún abuso a menores, siempre disimulados y encubiertos. No respetan las leyes laborales, contratan y despiden a su antojo, vulnerando los derechos más elementales de los trabajadores. Y llegan más lejos, se entrometen cada día en los asuntos de Estado fisgoneando en temas que no son de su incumbencia. Su papel debería quedar en el plano de las creencias, pero no es así, les gusta el poder, manejar conciencias, salir en la tele y hablar en nombre de una verdad absoluta, y por eso mismo falsa.

Y ahora quieren que nos alejemos de la fornicación, esa de la que ellos, con frecuencia, están más cerca de lo que permiten sus ideas. Con la que está cayendo, no hablan de la corrupción, ni del despilfarro, ni de la injusticia social, ni de la pobreza; sólo nos previenen contra la fornicación. Qué obsesión la suya.

Yo creo que es al revés. Jóvenes, adultos y ancianos, fornicad. Hacedlo con respeto y con toda la pasión que podáis. Sin más límites que los que marca la ley y los que nosotros libremente elijamos. Los poetas le llaman hacer el amor, pero los obispos quieren asustarnos y le llama fornicar desde el púlpito, con acento bíblico y tremendista, como siempre han hecho.

No os preocupéis, no es un tema de nombres, sino de placer y de disfrute. La libertad es nuestra, y no se la vamos a regalar a nadie, tampoco a gente con la mente retorcida, que sólo ve pecado en cualquier síntoma de felicidad. Con lo que nos fornican por todos los lados, sólo nos falta que nos amenacen.