El jurado popular más famoso de la historia absolvió a Barrabás y condenó a Jesucristo. Otro fragmento bíblico refrenda la dificultad de encontrar un número apreciable de almas puras, lo cual revaloriza el marcador de cinco a cuatro que ha absuelto de cohecho impropio a Francisco Camps. El diputado autonómico del PP ha obtenido una sentencia a medida para sus trajes también a medida. Ha cosechado el mismo porcentaje de votos entre las nueve personas sin piedad que entre los electores valencianos en las últimas elecciones. Por tanto, la composición del jurado se ajustaba impecablemente a la demografía de la comunidad de donde había sido extraído.

La sentencia favorable a Camps ha defraudado las expectativas mayoritarias, y en especial la confianza del PP en una condena que le evitara la rehabilitación del expresident. Las matemáticas acuden en auxilio de las víctimas de un error estadístico. La culpabilidad exigía un pronunciamiento de siete a dos, que debió parecer inviable a quienes hoy se asombran del resultado contrario. El cinco a cuatro no demuestra que todos los persuadidos de la inocencia del acusado fueran alistados en el jurado. No fueron convencidos porque no estaban dispuestos a ser convencidos, tanto los partidarios de la condena como de la absolución.

Es probable que el veredicto del jurado antes de comenzar el juicio hubiera sido de cinco a cuatro para Camps. Dada la información generada por el escándalo de los trajes, alguno de los jurados aventajaba al propio magistrado presidente en conocimiento sobre los pormenores del caso. ¿Quién entre los juzgadores no había escuchado las declaraciones del sastre José Tomás, o las cintas del «amiguito del alma»? Es imposible condicionar a los incondicionales. Fueron más lejos en el aprecio de la conducta del procesado que el propio expresident, autor de un escrito autoinculpatorio de quita y pon que, por supuesto, fue despreciado en la libre valoración de la prueba.

Es incorrecto resaltar la absolución de los imputados en el escándalo de los trajes, porque la mitad de ellos aceptaron voluntariamente la condena. Incluso devolvieron las prendas en cuestión. Extraña trama mafiosa, tan dadivosa con algunos altos cargos y tan remisa con otros jerarcas políticos más apetecibles. Dos conceptos jurídicos han sufrido abolladuras irreversibles en Valencia, el jurado y el cohecho impropio. Las disquisiciones bizantinas, sobre las aviesas intenciones de efectuar obsequios de miles de euros a gobernantes, son más sonrojantes que la mera supresión de la figura delictiva. Por no hablar de la elección equívoca del término «impropio».

El president que pagaba miles de euros al contado queda en libertad, pero la perspectiva sobre Camps no cambiará para quien se ciña a los distintos relatos superpuestos durante los últimos años. La prensa incurre cada vez con mayor frecuencia en el error de someter los hechos a un veredicto judicial, como si los magistrados tuvieran por cometido aprobar o suspender las informaciones. En realidad, funcionan en planos paralelos, y no se ha levantado en lo más mínimo el velo que cubre las adquisiciones masivas de vestuario a cargo del expresident. En el aspecto factual, el jurado se ha limitado a desviar la atención. No ha enderezado la situación, sólo la ha aderezado.

Camps compone una figura amortizada políticamente. Sin embargo, Rajoy puede erosionar unas milésimas del blindaje que ofrece la mayoría absoluta, ofreciendo al absuelto también absoluto un cargo acorde con su preparación. Por ejemplo, presidente del Tribunal de Cuentas. De momento, Camps ya vuelve a ponerse al teléfono cuando llama su adepto Rajoy. Si los trajes llegan al Supremo, la sentencia será analizada por los mismos magistrados que han participado en la poliimputación de Garzón. El juez instructor de Gürtel fue desnudado de su toga para declarar como presunto delincuente, mientras que los protagonistas del escándalo abandonan el tribunal con una proclamación de inocencia y un vestuario completo.

«¿Quién repone la honorabilidad de Camps?», se pregunta ciceroniana Dolores de Cospedal. La repondrá el propio Camps, en cuanto explique cómo pagó los trajes de forma mínimamente articulada. La secretaria general del PP denuncia los excesos mediáticos que habría padecido el president al que obligó a dimitir. Vistos los resultados económicos de la gestión del dirigente popular en su comunidad, la crítica pecó de insuficiente.

En la misma noche en que se absolvía a Camps, otro jurado popular decidía que el Madrid había superado notablemente al Barça. Sin embargo, los blancos cayeron eliminados de la competición.