Cuando la sociedad valenciana todavía trata de digerir —con mayor o menor fruición, dependiendo de las filias y fobias de cada cual— la sentencia que exculpa al expresident de la Generalitat y el PPCV pergeña una estrategia para rehabilitarle sin que cause demasiados daños colaterales, llega la actualización de las cifras del paro para sacarnos del ensimismamiento y devolvernos a la cruda realidad. El futuro político de Francisco Camps será todo lo importante que sus partidarios y detractores quieran, pero lo verdaderamente sustantivo reside en seis cifras: las que corresponden a los 641.300 valencianos que no consiguen acceder a un puesto de trabajo. Más allá de la comprensible angustia que sufren los miles de funcionarios castigados por los recortes que dejan sentir estos días sus protestas por las calles, el drama de los desempleados debería imponerse como una losa sobre nuestras conciencias. Eso es lo que necesita una respuesta rápida y desprovista de los cálculos electorales que han venido retrasando una y otra vez la adopción de medidas eficaces de reactivación económica. La Comunitat Valenciana destruyó siete empleos cada hora en 2011. ¿Cabe una noticia más demoledora que ésta? La mitad de los menores de 25 años no encuentra trabajo y 160.000 familias residentes en nuestro territorio autonómico tienen a todos sus miembros en paro. Con este impactante escenario ante nuestros ojos, necesitamos políticos que se enfunden trajes a la medida de la crisis. Los otros ya están sentenciados.