A medida que se conoce el impacto de la crisis, la diferencia negativa de la Comunitat Valenciana (CV) respecto al resto de Estado sigue registrando cifras muy desfavorables en términos de deuda acumulada, déficit de 2011 y paro estimado, cuyas consecuencias son cada vez más tangibles para los que aquí vivimos. Los valencianos no lo tenemos fácil envueltos en el debate sobre el nivel ético de algunos dirigentes y presionados por la urgente búsqueda de soluciones al desmoronamiento de nuestra realidad económica. Quizás ha llegado el momento de poner a trabajar a personas con talento y méritos, aunque no tengan una excesiva adscripción partidista.

Los gobiernos tecnocráticos no son platos de gusto. Sin embargo, aquí al lado, tenemos la experiencia italiana para conseguir un gobierno de personas capaces, manteniendo una exquisita legalidad cuando sabían que los periodos propios de unas elecciones anticipadas eran incompatibles con la urgencia del problema. Allí usaron la fórmula de nombrar senador, en horas, a una de sus mejores cabezas, Mario Monti, un mecanismo eficaz para enterrar el gobierno de Berlusconi, tan legítimo como insolvente. Sin comparar en absoluto la ética de Alberto Fabra con la figura del magnate italiano, hay que pensar en proponer soluciones ante la insolvencia técnica para enfrentar la situación que estamos viviendo del actual Consell sin rebajar en un ápice la indiscutible legitimidad que le asiste. La pista italiana quizás merezca ser considerada, tratando de buscar equipos que sabiendo que van a ser incomprendidos (afortunadamente no volveran a la política para vivir) al menos tengan toda la legitimidad democrática para desarrollar sus capacidades al intentar afrontar la situación actual de la CV.

Vivimos en un Estado donde la capacidad de reacción de cada gobierno autonómico (encargados de cosas tan básicas como sanidad, educación, servicios sociales, etcétera) resulta tan importante como la exigible a un Gobierno del Estado. Aquí y ahora es obligado plantear si el actual titular del Consell, mas allá de todo lo que ha arrastrado la conducta de su antecesor, está a la altura que exige una situación tan complicada como la que vivimos. La dinámica en los últimos dos años está siendo muy distinta en los titulares que han ocupado u ocupan el Palau o la Moncloa. Con independencia de lo que cada uno vote, es un hecho que ZP asumió, aunque tarde, unas decisiones que le llevaron a la autoinmolación; Rajoy, por su parte, da la sensación de querer gobernar con independencia de la impopularidad de sus decisiones. Con independencia de lo que cada uno opine, el viernes fue claro: el camino hacia la estabilidad presupuestaria es la clave y amenaza con intervenir a las comunidades autónomas que incumplan el déficit asignado, igual que Europa con Grecia.

Fabra ha dejado pasar demasiados meses sin tomar decisiones. Hoy sabemos que el déficit público de España de 2011 estará en el 8,2% del PIB (en vez del 6% comprometido) y que el 70% de esta desviación (15.000 de 22.000 millones) es responsabilidad de las CC AA, la primera de las cuales, en términos de PIB, es la CV. Fabra tiene en su debe, y se lo recuerdan todos los colegas del resto de CC AA, que su Consell fue el que mas engañó en las reuniones del Consejo de Política Financiera y Fiscal de julio y octubre y esto ya lo estamos pagando los valencianos. Por ignorancia culposa o por simple engaño de sus compañeros de partido, lo cierto es que Rajoy se encontró con datos estremecedores provenientes de la CV: la GV no podía devolver créditos, ni pagar nóminas, el pago de la Seguridad Social de sus funcionarios aplazado y a las puertas de un default en toda regla y todo ello a pesar del anticipo de 480 millones que generó ZP antes de irse.

Conviene que los valencianos no nos engañemos. La CV ya vive una nueva época que, por mucho que haga más incomprensibles las decisiones de inversión tomadas hace pocos años, exige tomar decisiones acerca de lo que podemos esperar en el futuro próximo de los servicios que gestiona la GV. La dinámica actual con numerosos colectivos exigiendo lo que consideran fundamental y justo, pues lo venían obteniendo hasta hace poco y lo disfrutan otras CC AA, junto con un Consell que en vez de gobernar debe dedicarse a tapar agujeros con unos recursos que cada vez son más exiguos y que de ninguna manera van a poder incrementarse, requiere mucha más capacidad que la demostrada. Necesitamos saber lo que verdaderamente nos podemos gastar en atenciones sanitarias, educación, universidades, residencias para discapacitados, turno de oficio, farmacia, deuda a proveedores, etcétera. Sin duda, es muy importante plantearse mandar a la cárcel a los que sometieron a esta tierra a una corrupción tremenda, a llamar a la reflexión a los que no votaron o cuando lo hicieron apoyaron opciones poco eficientes, criticar la endeblez de las alternativas que se ofrecían, etcétera. Pero sepamos que en paralelo hay que trabajar para que no desaparezca lo mas básico del estado del bienestar de los valencianos.

Mas allá de la corrupción, la ineficacia y la inmadurez colectiva, hay que ponerse en la cabeza que una gran parte de las vías para obtener recursos para la GV han saltado por los aires: la recaudación de impuestos propios no volverá a ser lo que era ante la caída de actividad económica, el refuerzo de la economía sumergida que habrá que encarar en serio y la incomprensible política del PP de seguir defendiendo la desaparición de impuestos como el del patrimonio; nuestra deuda pública es simplemente invendible y los vencimientos de la ya existente llegan de forma tan implacable como los plazos de la hipoteca y ahora es imposible su renegociación y hay que pagar como sea, para no declarar la GV en default (los últimos datos publicados hablan de un cierre de 2011 con 1.560 millones no renovados, 840 millones que quedaron pendientes de emitir, otros 1.300 previstos para 2012 sin posibilidades de venta y 3.000 en vencimientos a lo largo de este año). Las noticias sobre corrupciones, derroches y sobrecostes explican, en buena medida, este fracaso en la negociación con los mercados.

La esperanza reside en que el Estado avale esta deuda. Por ahora, la financiación recibida del Estado permanece, pero las cifras no van a aumentar y ya se nos está adelantando parte de los más de 700 millones del mes, para poder llegar al final esto es, a mañana. Con todo lo que esta cayendo en Valencia se han producido algunas reuniones que aspiraban a convertirse en think tanks (la traducción de tanques de reflexión, no me negarán que es pedante) para tratar de esbozar una respuesta desde la CV. A pesar de la enjundia de lo allí escuchado, la capacidad para comprometerse, en momentos de turbación, es limitada. Hasta ahora, los colectivos correspondientes no han acabado constituyéndose como grupos de reflexión formales y son incapaces de poner negro sobre blanco unas conclusiones a la altura de las duros diagnósticos que hacen.

Uno, sumido en la perplejidad por todo lo que está sucediendo en esta tierra, sólo puede transcribir y metabolizar lo que he venido oyendo, pidiendo disculpas por utilizar algunas ideas, informaciones y experiencias ajenas. ¿Qué pensaría Mario Monti?