Mientras los gobiernos y los mercados tratan de enderezar la enésima crisis del capitalismo, la sociedad debe plantearse que hacer para que los más débiles no sufran tanto. Y es que no solo la desigualdad ha crecido en todo el mundo —los ricos son más ricos y los pobres más pobres— sino que se está configurando una nueva subclase compuesta por los que llevan más de dos años sin conseguir empleo o de haberlo perdido y cuantos, personas y familias, carecen de lo mínimo para sobrevivir. Y no se trata solo del cuerno de África. En las capitales de los países ricos, por no hablar de los pobres, crecen los arrabales de miseria donde se apiñan cuantos no tienen trabajo, apenas salud y casi ninguna educación formal. La demografía está causando estragos porque a medida que nacen más personas, se agudiza la situación de los que lo hacen en la miseria.

El Estado del Bienestar y sobre todo el keynesianismo diseñó una manera de forzar el empleo sobre la base de destinar personas y dinero a mejorar las ciudades y los campos. Era el llamado empleo social, justificado como reacción contra los ciclos económicos adversos. La reconstrucción de los destrozos de la Segunda Guerra Mundial produjo también muchos de esos empleos sociales. Y es que no hay que aceptar la ortodoxia capitalista de que los empleos son fruto de la productividad porque cuando no hay demanda la productividad se congela. Mejorar el Estado del Bienestar significa hacer crecer los servicios públicos, que haya más médicos, enfermeros, asistentes sociales, maestros para que nuestros niños y nuestros enfermos sean mejor atendidos.

Eso es calidad de vida y ello supondrá una disminución de los gastos en represión. En estos meses estamos asistiendo a un endurecimiento de la violencia policíaca contra los que reclaman atención, contra los que protestan contra esta democracia al servicio de los ricos. Las protestas no van a disminuir mientras persistan sus causas. En España se ha desarrollado el concepto de renta básica, un dinero que recibiríamos todos por el solo hecho de existir. Poco, pero suficiente para comer y dormir bajo techo. Viviendas asequibles, dormitorios para los sin techo, comedores populares son fórmulas de emergencia para que mientras se intenta arreglar la economía, si se arregla, la vida de los más débiles no sea tan penosa. Si esto no se encauza así, la humanidad perderá no solo su solidaridad, sino también su razón de ser y el hombre volverá a ser un lobo para el hombre como decía Hobbes.