A ver si resulta que después de tanto quejarnos (yo no me he quejado) de que enero había sido suave, muy soleado y seco, poco invernal en definitiva, febrero se va a cabrear y le va a dar por compensar. En el Máster de Riesgos climáticos de la Universidad de Alicante una alumna (María José García de la Serrana) me entregó el otro día un trabajo sobre la ola de frío de febrero de 1956. Aunque ya habíamos hablado de ella en clase y siempre ha sido reconocida por investigadores y aficionados como la más intensa y duradera de todo el siglo XX en el territorio peninsular y Baleares, el trabajo aporta algunos detalles interesantes. Cito textualmente de ese trabajo: «Se considera que marcó un cambio en la economía y la demografía sobre todo de las comarcas de Girona y en concreto la de Ampurdán, debido a que estuvieron 22 días con temperaturas mínimas bajo cero, y próximas a –5 ºC. Durante el mes de enero se habían registrado temperaturas casi primaverales en gran parte de España, con lo que en algunos lugares ya habían florecido los almendros.» No quiero buscar ningún paralelismo exagerado, pero los mapas de previsión para los próximos 10 días son tozudos en anunciar una ola de frío de aire ártico continental o polar continental, probablemente no tan intensa, pero sí aparentemente duradera. Por el bien de los que trabajan al exterior, de la maltrecha economía de muchos, de los cultivos sensibles y de nuestros hijos, que están en los colegios con poca o ninguna calefacción, espero que no sea para tanto.