Fui a la librería La Traca a pedirme la versión de L´ Odissea preparada por Joan Francesc Mira y me dijo el dependiente que el libro se había agotado. No siempre escribe para el silencio el autor que se dedica a verter un clásico en moldes vecinales. El texto, en efecto, está cifrado en clave próxima, inteligible, al alcance de persona habituada a leer en la lengua propia, aunque sea de vez en cuando, pero con un escrupuloso respeto a su estructura en hexámetros. Yo leí La Odisea en castellano en forma de novela juvenil (íntegra) a la edad que tocaba. En mi casa, no había clásicos griegos, pero se animaba al gato curioso: yo.

El señor Mira ya se atrevió con el griego de los Evangelios y el toscano de la Divina comedia. Yo hube de esperar unos días para tener mi propio ejemplar odiseico: tapa dura, es un clásico. Haré una lectura ritmada, como si lo escuchara, esto es así. Será después de disfrutar de otro clásico (no tan grande): Vida privada, de Josep Maria de Sagarra, aunque de por medio podría dejarme enmarañar por la charada que han organizado a medias Don Wislow, el de la vibrante El poder del perro, y Trevanian, tendiendo sobre las espaldas del mismo personaje —un alucinado samurái de ojos verdes— un puente de treinta años («He venido hasta ti atravesando océanos de tiempo», le decía el Drácula de Coppola a la moza cautivada). Ya tengo uno de los dos libros —Satori— aunque no he podido aclarar si es la secuela o la precuela.

Por otra parte, mis amigos de Bullent me han enviado los relatos de Sico Fons, Humors agres, y ya he leído unos cuantos: sueltos, a menudo sorprendentes y amables, nada agres, el autor tiene más experiencia de la que podía presumirse, pero lo que me ha puesto la cabeza del revés es descubrir que ya hay versión en Minotaro de Fluyan mis lágrimas, dijo el policía, de Philip K. Dick (cuyo Ubik pasará al cine muy pronto). Decía Stanislav Lem que Dick tenía unas tramas descosidas y un estilo palurdo, pero resumía en su persona toda la ciencia ficción americana que valía la pena: crear un universo es privilegio de demiurgo; escribir muy bien, no.