La imagen de la Comunitat Valenciana en el exterior, que tanto preocupa últimamente a los responsables políticos y sociales que han contribuido decisivamente a empeorarla, ha sufrido en los últimos días otro duro golpe. Medios de comunicación nacionales e internacionales y redes sociales han reproducido las crudas imágenes de los policías antidisturbios golpeando y empleándose con contundencia con estudiantes de bachillerato de entre 12 y 18 años que habían cortado la calle Xàtiva de Valencia para protestar por los recortes en educación.

Durante tres días, y como era previsible, la tensión se ha agravado y ha ido sumando detenidos y heridos hasta provocar las quejas de colectivos docentes, partidos políticos y hasta jueces, por lo que a todas luces resulta un empleo desproporcionado de la fuerza.

La magnitud de la crisis económica, aún en fase de empeoramiento, y las medidas que habrán de ser adoptadas por los gestores públicos permiten prever que la conflictividad social se incrementará de forma notable en los próximos meses. Por ello, los responsables de las fuerzas de orden público han de considerar que lo peor está por llegar, y no parece ni prudente ni ajustado a la situación de riesgo descargar toda su contundencia sobre adolescentes a quienes se ha tratado como delincuentes, con identificaciones en masa, detenciones y fuerza antidisturbios porque no comunicaron que iban a manifestarse, por ilícita que resulte esa actuación.

Los protagonistas de las protestas, en muchos casos chicos que no tenían conocimiento previo de la violencia, han perdido la inocencia de manera brusca y mediante una actuación exagerada que les hará desconfiar para siempre de los policías y quienes les dan las órdenes.