En la ciudad de las Fallas, donde cada mes de marzo quedan cortadas durante más de dos semanas cerca de 400 calles por las fiestas josefinas, los responsables del orden público no pueden soportar que unos niños se sienten unos minutos en la calle Xàtiva y dan luz verde a los antidisturbios para caer sobre ellos. Dentro de unos días, la carpa del parador So Nelo, el de la falla Convento Jerusalem, ocupará más calle que la que acogió las sentadas de alumnos del Luis Vives, y no pasará nada. Pero algo sí habrá cambiado. Esos chicos y chicas, que según la policía han mordido y herido a agentes perfectamente pertrechados, acorazados como armadillos, nunca serán los mismos. Muchos, en su inocencia, asisten a las marchas del histórico instituto como si fueran una atracción, con la excitación de poder correr delante de los «grises», hoy azules. Y sus padres y abuelos increpan a los antidisturbios en las esquinas: «¡Hagan el favor de dejar de pegar a los niños!»