La decisión del Ministerio de Fomento de mostrar su posicionamiento a favor del proyecto del corredor ferroviario central, escenificada con el reciente encuentro de la ministra con los máximos dirigentes de las comunidades de Madrid, Castilla-La Mancha, Aragón y Extremadura, sin descartar al mismo tiempo el impulso de los ejes atlántico y mediterráneo, es una inexplicable decisión estratégica que parece no tener en cuenta la grave situación por la que atraviesa la economía española y las arcas del Estado.

El Ejecutivo que preside Mariano Rajoy puede, como ha decidido, jugar con fuego y esperar a la más que probable investidura de Javier Arenas como presidente de Andalucía para dar a conocer sus primeros presupuestos, poniendo en peligro su credibilidad ante Bruselas y el eje franco-alemán, a cambio del puñado de votos que pondría en peligro el descubrimiento de los nuevos recortes que traerán consigo las cuentas generales del Estado de 2012, pero llevar la toma de una decisión para la apuesta por uno de los tres corredores ferroviarios al ámbito de la política es un error que España no puede permitirse de ninguna de las maneras.

La decisión debe ceñirse al estricto ámbito de la economía. Para salir de la crisis que nos atenaza hay que hacer algo más que meter la tijera por todas partes. Se hace necesario el diseño de un objetivo definido y emprender el camino con un rumbo decidido y favoreciendo la suma de todas las sinergias para que el resultado no sea otro que la inmediata salida de la situación de recesión en la que estamos inmersos.

En esa tesitura, poner en peligro una inversión moderada y perfectamente asumible por Bruselas, como es la de la construcción del corredor mediterráneo, que podría ser una realidad con poco más de cinco mil millones de euros, para complacer el ego de baronesas y lideresas del PP, es un lujo que simplemente no nos podemos permitir.