Hoy escuchamos palabras como libertad, memoria para las víctimas, reparación y apoyo a quienes sufrieron el zarpazo de la violencia y conceptos parecidos que creía imposible que trascendieran de los círculos memorialistas. Palabras y conceptos habituales en homenajes a quienes siguen tirados por cunetas y barrancos, últimamente también suenan en los actos por los asesinados por el terrorismo etarra.

Teníamos la esperanza de que al fin se asumiera que el dolor de las víctimas es el mismo porque todas sufrieron la acción de grupos violentos, llevasen txapela vasca o camisa azul, caqui o verde olivo. Parecía que empezaban a dejar hermanarse quienes sufrieron la misma experiencia, pero Gallardón ha dejado claro que el PP no tiene cariño suficiente para todas las víctimas y aplica distintas varas de medir: para las del terrorismo etarra, lo que haga falta; para las del 11M, según; y para las de siempre, nuevamente la vara de fresno y el ricino de la invisibilidad.

Él ha sido el encargado de materializar la mayor agresión hasta la fecha contra miles de víctimas que ven cómo se cierra el breve paréntesis en que tuvieron oportunidad de recibir ayuda estatal para cerrar sus antiguas heridas. Rajoy ha dado un paso de gigante en el cumplimiento de su programa contra la memoria democrática suprimiendo la Oficina de Ayuda a la Víctima del Ministerio de Justicia.

No puede aducir motivos de crisis porque este despropósito ya lo anunció en 2008, cuando amenazó: «Ni un euro para las fosas de la guerra», ignorando que en España la mayoría de fosas comunes no son de la guerra, sino de después, cuando en España no había más guerra que la que sostenían los vencedores contra su propio pueblo vencido y sin capacidad para levantar un fusil contra ellos, de cuando los asesinos entraban bajo palio en las iglesias con las manos manchadas de sangre a poner el contador de sus conciencias a cero.

Reclama apoyo y amor para unas víctimas, las de ETA, y por otro cierra cauces de ayuda para las otras, las de otro gran terrorista que las produjo a miles, y con ellas a centenares de miles de víctimas vivas a las que en ocho años se ha prestado toda la ayuda posible desde aquel reducto que era la Oficina de Ayuda a la Víctima. Fueron años de derechos reconocidos; hoy, el PP los somete al campo de la «concesión graciosa» que tanto gusta a la derecha española; la oficina desaparece y con ella el derecho. Ahora hay que ir a la «División de derechos de gracia», como antaño; esperemos que no haya que volver a besar la mano de nadie ni llevarles un jamón junto a una carta de las fuerzas vivas del lugar.

Mientras, otras víctimas siguen con sus merecidas pensiones y apoyos de todo tipo. Es atroz, pero el plan se va cumpliendo; aquí sólo hay memoria para el franquismo y para quien franquistas y corruptos quieren. Que se lo digan a Garzón.