Supongo que conocerán el pedagógico caso de un programa de entrevista al límite que se hace en China, el país de las copias al minuto, el que lleva clavado en su neurona empresarial una leyenda que recorre el mundo, que inventen otros, que a nosotros nos sobra con fabricar el remedo. Pero no todo en China es fullería competitiva, ni salarios con un pie en la esclavitud, ni colonización africana comprando y esquilmando tierras a destajo en beneficio de unos cuantos sinvergüenzas. En China también saben hacer las cosas desde su raíz, inventar productos con vocación planetaria porque su olfato para el negocio, el que sea, es proverbial. Decía que seguro conocen, porque se ha publicado en la prensa y se han pasado imágenes sueltas en algunos magacines, incluyendo revistas de terror como el informativo de Hilario Pino en Cuatro, el caso de Ding Yu, la perversa entrevistadora china, algo así como una Nieves Herrero asiática, que conversa con reos unos minutos antes de ser ejecutados. Pero nuestra Nieves, a su lado, es un pajarillo candoroso. Los jerarcas del Partido Comunista Chino no sólo no prohibían semejante invento sino que lo apoyaban a muerte —con perdón— porque el poder de propaganda es de dimensiones colosales. Más de cuarenta millones de almas asustadas veían cada sábado por la noche esa obscena lección sobre los beneficios sociales de la pena de muerte. El que la hace, la paga. Aquí, a la misma hora, nos tenemos que apañar con La Noria, que no es manca, pero dónde va a parar. A veces, Ding Yu insultaba a los entrevistados, les decía que eran una mierda y que habían de pagar por sus fechorías. Como el revuelo que se ha organizado fuera de China ha tocado la sensibilidad del Gobierno, el ejemplarizante festival, que se emitía en la provincia de Henan, la más poblada del país, parece que se ha retirado hasta que escampe.

Ha llorado, bingo

Mal hecho. Tenían un filón, un auténtico Made in China sin connotaciones peyorativas. Es más, considerado como una modalidad de programa de realidad, Entrevistas antes de la ejecución debería de haber evolucionado, como aquí Gran Hermano, de la curiosidad a la pornografía, de lo peor a lo repugnante, de lo sorprendente al irrelevante hastío que produce la desquiciada Mercedes Milá. Una vez que ves una ejecución, las demás no llaman la atención. Entrevistas antes de la ejecución tendría que haber seguido al reo por el corredor de la muerte llevándose consigo el fresco perfume de la entrevistadora, que a veces se abrazaba a sus criaturas para demostrar que en su corazón quedaba algo parecido a la piedad, pero en realidad el meollo empezaría ahí, en la inyección letal o en el disparo en la nuca, las dos modalidades de ejecución legal china, en los estertores del reo, en su lenta o rápida agonía, en su lívido paso del ser al no ser. Delicioso. Sabemos como espectadores que la muerte es muy agradecida en una pantalla. Ella y lo que la rodea. Aquí, todavía, no tenemos un programa así pero, haciendo el camino inverso, copiamos el espíritu del chino. Si hay muerte, hay negocio. Y la audiencia no se menea. A ver qué pasa. La semana pasada, a Maritere Campos la dirección de ¡Qué tiempo tan feliz! le pasó una nota a bocajarro, como se hacen las ejecuciones, para que se viera bien su reacción. Se trataba de la muerte de su gran amigo Paco Valladares, un casi hermano después de tantos años trabajando juntos en televisión. ¿Han visto la gran putada? A la mujer se le hundió el mundo a sus pies por un momento. Abandonó el plató entre pucheros. Bingo. ¿Dio la brasa la señora a la dirección del programa por hacerle decir en directo que el amigo había muerto? Por favor. Lo agradeció, «porque a Paco le hubiera gustado que yo anunciara su muerte».

Un muerto, por favor

Lo llaman profesionalidad, cuando sabemos que es carroña. Eso era por la tarde. Por la noche le tocaba a la hija llorar la muerte de su «papi». Y así fue. Terelu Campos acudió a La Noria hecha polvo, lloriqueando, profesional. Que a la productora, a la dirección de sus programas, les importe poco el dolor de nadie forma parte del negocio, es más, cuanto más dolor, mejor. Pero que los encartados estén dispuestos a pringarse en ese trapicheo pornográfico va más allá de lo que mi cerebro admite como tolerable. Otra cosa es lo que el teatral Íker Jiménez fabrique en torno a la muerte y sus misterios. Hay que tomarse a broma sus monsergas de charlatán que ve cosas que la mayoría no ve, pero también ese es el negocio. A Íker y a su tropa le gusta un muerto de ahora o de hace miles de años tanto como a Dolores de Cospedal la independencia de la televisión pública, siempre que al frente haya alguien de su absoluta confianza. En su comunidad, en Castilla-La Mancha Televisión, existe esa independencia. La dirige su amigo Ignacio Villa, y su marido —el de ella, no el de él— Ignacio López del Hierro, conocido estos días por el arrojo de haber rechazado a punta de escándalo aconsejar a Red Eléctrica por la módica cantidad de 180.000 euros al año, se ha hecho con 4 de las 7 adjudicaciones en la tele de su señora para la producción de informativos, según la web Formula TV. Pues a Íker Jiménez, y a su señora, Carmen Porter, igual. Les pirran los muertos. En una reciente entrega de Cuarto milenio dramatizaron el caso del doctor sueco Andrew Ure, que fascinado en el siglo XIX por los beneficios de la nueva energía desenterraba a los muertos para someterlos a descargas eléctricas a ver si resucitaban. Con música del Drácula de Coppola, la pieza es impagable, comprada al por mayor a televisiones que hacen lo mismo en el extranjero, marear la perdiz matando a vivos o jugando a resucitar muertos. Y ahí andamos. China, que no se anda con remilgos, es una adelantada. Aquí progresamos a buen ritmo. Hay algunas tertulias y programas de entretenimiento a los que sólo les falta una ejecución en directo, tan televisiva.

Lo de los bolsos

En «El intermedio» dedican programas, en sección oficiada por Dani Mateo, para ver cuál de los pijos del tronchante anuncio de Loewe te cae peor. Es difícil. El ideólogo de la promoción se lo ha currado. A quién elegir entre esa parva de ridículos personajes sin que te duela excluir al resto. Tanta cantidad de memeces, tópicos, y afrentas en este tiempo de jóvenes desesperanzados no sirve ni como chiste, y eso que es descojonante.