La huelga general del 29 de marzo es un medio para mostrar la repulsa de la clase trabajadora ante una reforma laboral que aposenta en nuestro país la incertidumbre laboral permanente, que nos ata de pies y manos frente a las imposiciones de las direcciones de las empresas, eliminando el derecho a la participación, como si los trabajadores y trabajadoras fuéramos agentes pasivos a los que hay que poner en la cuerda floja para activar la economía.

Activar la economía, he aquí la madre del cordero. Y es que quienes trabajamos para sacar adelante a nuestras familias sabemos que la única posibilidad real de que vuelva a generarse empleo es el crecimiento económico. Mientras las empresas no tengan actividad, la contratación seguirá a la baja y el desempleo al alza en una espiral destructiva que debe ser desarbolada. Ahora bien, las cúpulas de los poderes político y económico han decidido, contra su propia lógica, que la salida de la crisis tenga sus paganos y sus beneficiados.

Contra la lógica de la democracia, el poder político hace recaer todo el peso de los ajustes únicamente sobre una parte de la ciudadanía, los trabajadores y trabajadoras por cuenta ajena, lo que resquebraja el fundamento de cualquier sistema político equilibrado: sin reparto de sacrificios y beneficios entre la población nuestra cohesión social se truncará. Además permite ingerencias sobre nuestra soberanía que hubieran ruborizado a la clase política de otros tiempos.

Asimismo sigue obsesionado en destruir la capacidad de los trabajadores y trabajadoras de organizarnos, de reclamar nuestros derechos y promocionar nuestros legítimos intereses, permite que se mantenga la inacción del sistema financiero, verdadero talón de Aquiles de tantas y tantas empresas, favorece el recorte de inversiones públicas y demás cuestiones vinculadas con la sacrosanta austeridad. Contra toda lógica económica prefiere mantener el caos sistémico con la vana ilusión de que cederemos, movidos por el miedo y cierto determinismo que se nos quiere imponer desde algunos medios de comunicación.

Finalmente, y aunque parezca sorpresivo, la cúpula de la Conferencia Episcopal, contra toda la lógica cristiana escrita desde finales del siglo XIX, contra sus propias bases trabajadoras y hasta contra los teólogos ha prohibido la publicación de diversos escritos que exponían con claridad el retroceso, la indefensión y la injusticia de una reforma laboral centrada en poner patas arriba la legislación laboral que nos ha regido desde que vivimos en democracia.

Pues bien, pese a todo no cederemos, no podemos ceder nuestros derechos, porque más que nuestros, son de nuestra gente, de quienes como nosotros solamente tiene un empleo para vivir y por desgracia muchos ni lo encuentran. La UGT-PV es consciente de que el camino será difícil, de que los tiempos por vivir serán intensos, pero un profundo sentimiento nos anima a seguir hasta lograr los objetivos. Somos el legado de quienes alcanzaron las ocho horas diarias de jornada, la erradicación del trabajo infantil, la seguridad laboral en el empleo, los servicios públicos y el Estado del Bienestar y tantas otras cuestiones que ni el poder político, ni el económico, nos quisieron conceder.

Cuestiones que les ganamos con nuestras reivindicaciones en protestas, desafíos y huelgas. Sí, vamos a ganar esta huelga, quizá no será al día siguiente, pero le aseguro que la ganaremos.

Secretario general de la UGT-PV