La llegada de los romanos a la Península Ibérica trajo consigo el desarrollo del sistema de carreteras que facilitó la articulación y el control del territorio conquistado en la nueva Hispania. El gran imperio romano disponía de verdaderos estudios de geopolítica de la época sobre las dinámicas de los procesos de organización y control de las comunidades indígenas que hoy, dos mil años después, tienen un paralelismo escalofriante en el nuevo diseño de poder global en el que estamos inmersos.

El recorrido de la Vía Nova romana en Hispania, que data del siglo I, y que unía las localidades de Astorga (León) y Braga (Portugal), conocidas como Astúrica Augusta y Bracara Augusta, respectivamente, formaba parte de un sistema orientado hacia el control del territorio y su explotación natural, en especial las minas de oro de Las Médulas (León), Os Milagres de Monte Medo y Os Biocos (Ourense). Se buscaba con ello la mejor forma de articular los poblados hispanos y aplicarles su sistema impositivo.

?Hoy, XX siglos después, el trazado del poder global, representación actual del viejo imperio romano, tiene tres dimensiones irremisiblemente unidas: la globalización económica, la globalización política y la globalización cultural. Todas ellas con múltiples subdimensiones entrelazadas entre sí.

Estamos, pues, ante un reto de dimensiones espectaculares donde lo que está verdaderamente en juego es la propia democracia como concepto participativo, expresión del poder constituyente de la ciudadanía en la toma de decisiones. Esto es, por encima del sufragio universal existe ya un poder mundializado que interacciona sobre la economía, la cultura y la política y que domina estas tres dimensiones del poder global.

Estamos acostumbrados a todo tipo de argumentos financieros habituales: el PIB, la deuda, los mercados, los sistemas fiscales, las balanzas de pago, pero tras todos estos razonamientos hay otra realidad mucho más amplia y cuyo horizonte se hace difícil llegar a comprender. Las contiendas locales o internacionales van mucho más allá de lo que se nos cuenta en los telediarios e informaciones que los medios nos suministran. Un ejemplo de ello son los conflictos de Afganistán o Libia, cuyo origen bélico tiene más que ver con el control de las materias primas que con el derrocamiento del sátrapa de turno.

Así lo fue en la Hispania imperial romana y así ocurre hoy. El control de los recursos naturales marca la agenda del verdadero poder global que controla los mercados, las democracias y las tiranías.

La crisis española es un claro ejemplo de ese gran vacío democrático que padecemos donde nuestro gobierno legítimo cada día es más pelele de ese poder global que es capaz de sacrificar en su beneficio propio la economía y mercado de toda una nación. Muchos creemos que es Merkel quien marca nuestro destino y, pese a ser cierto no lo es del todo porque aun cuando nuestra presencia en el euro, con esta lastimosa situación económica, beneficia especialmente a Alemania, no es menos cierto que Goldman Sachs, ese gran hermano financiero del mundo actual, será el que determine el futuro definitivo de España, Irlanda, Portugal y de toda Europa, siempre en beneficio de su propia cuenta de resultados.

En este contexto geopolítico, España es un país débil por su total dependencia del petróleo exterior. No tenemos petróleo. Somos 100% dependientes en materia de crudo lo que hoy, a precio de 80 dólares el barril, supone un 6% del Producto Interior Bruto. Sólo pensar que en unos años el crudo suba un 30 o 40 % la pregunta tiene difícil respuesta: ¿Cómo va a ser competitiva nuestra ya de por sí pobre industria nacional? ¿A qué precio vamos a pagar la luz?

Así las cosas, es pues la democracia y si se me apura la propia libertad de decisión política la que se encuentra en una verdadera encrucijada mundial. Si hay un poder no sometido a sufragio está claro que es la libertad individual y universal la que está contra las cuerdas en un mundo globalizado en el que no hay vuelta atrás y en el que?los movimientos de capitales seguirán siendo la fuerza que gobierne la economía a nivel mundial. El elemento determinante no será ya la economía industrial o la economía de servicios, sino que las diferencias vendrán ordenadas, no por las mayorías, sino por el conocimiento y los grandes trusts, y en el que las materias primas y el petróleo –como otrora fue el oro- se convertirán en el nuevo instrumento de poder.