Que en setiembre y el año anda en nebulosa rondando por mi memoria. Se celebraba una gala de TVE en el recién estrenado Palau de las Arts a bombo y platillo, con ilustres invitad@s de toda la geografía española. Ilustres, en el sentido de personas prestigiosas del mundo de la cultura, la televisión y de la política. Chayane, el morenazo y guapísimo cantante mexicano, era la guinda de un espectáculo lucidor de estrellas de moda de aquel año. De súbito, cayeron chuzos de punta, mientras la audiencia, ataviada para la ocasión de prendas de firma, se vio salpicada y mojada por los goterones que se colaban entre unas grietas insospechadas en un edificio creado por un genio de la arquitectura internacional. Camareros y técnicos en tropel empezaron una carrera con barreños y cubos en mano para colocarlos en el suelo, allá donde el chorro de agua cayera con más evidencia.

No sé si Santiago Calatrava, arquitecto y escultor, previó en sus bocetos que a veces en Valencia llueve con brío y que la belleza de un edificio ha de ir sustentada por unos cimientos forjados, revestidos y rematados con el mismo primor que la del el exterior. Tampoco sé si eso es una labor que corresponda al arquitecto o a la empresa de construcción contratada para la megalómana envergadura de una Ciudad de las Artes y las Ciencias.

Ahora bien, con el pedazo de 94 millones de euros que se ha llevado como salario, sin pagar el IVA (más el 12%, firmado en contrato por «sobrecostes») porque se le abonaba en una cuenta en Zurich, creo que por «respeto a su honor» bien podría haber revisado con esmero cada remate de los edificios que proyectó por encargo del PP. Las pifias-rúbrica-Calatrava no sólo son sello de Valencia. El sablazo lo ha pegado en otros lugares, como en Bilbao, por ejemplo, donde el público resbala y cae por una pasarela sobre la ría: «la pasarela de los morrazos», la llaman con socarronería los bilbainos.

Creo que al otrora talentoso Calatrava (el del puente de la peineta) se le apoderó la impaciencia del artista cuando se obsesiona con que no va a tener suficiente volumen de trabajo, con la avaricia que le succionó cuando vio que podía obtener contratos millonarios en poco tiempo de un contratante que ambicionaba la gloria aún más que él. Y ha sucedido que Ignacio Blanco, el portavoz de EU, ha desmenuzado los costes de esta portentosa obra mastodóntica sin fundamento, que en mi opinión, rompe la hermosa visión de la ciudad de Valencia.

Un morrazo que se lo pisa, este Calatrava ofendido, que alega «haber puesto a Valencia en el lugar que le corresponde». ¿En cuál? ¿En el de los mangantes, los chapuceros, los que recortan la salud pública, enseñanza pública, los que privatizan cualquier bien común, los que hacen negocio con la enfermedad crónica de nuestros ancianos, los corruptos?