El sujeto inicia el día leyendo el periódico. De las noticias, le indigna la odisea de Chen, el disidente al que EE UU no daba asilo político por miedo a estropear relaciones con la República China. Luego se va de compras al centro comercial, y allí a la vez que cura su angustia con el «shopping», se hace con camisas y pantalones de verano a muy bajo precio. La etiqueta, claro, pone «made in China». Entonces se dice que si los chinos producen tan barato es gracias a una mano de obra mal pagada, que no reclama derechos laborales al no haber sindicatos libres, y no los hay porque el Partido Comunista Chino aplica mano dura a cualquier intento de disidencia política. O sea, se dice el sujeto, gracias a la persecución de Chen me he comprado unas prendas baratas. Entonces siente una picadura de mala conciencia, pero cuando abre de nuevo el periódico, la noticia sobre Chen le llega ya de otro modo.