El pasado viernes comenzó a funcionar el telescopio Gregor, un proyecto hispano-germano para la observación del Sol. Se ha instalado en el Teide, porque Canarias es una de las regiones mundiales de referencia para la observación astronómica por sus condiciones climáticas. El Gregor ha supuesto diez años de desarrollo científico-técnico muy intenso, que finalmente ha permitido obtener el telescopio europeo con mayor apertura focal mayor y el tercero del mundo en su especialidad. La observación del Sol ocupa desde hace varias décadas a los científicos. No sólo por la necesidad de descifrar los secretos de su actividad y funcionamiento interno, sino por los efectos que ello tiene para la vida en la Tierra. La relación entre actividad solar y funcionamiento de la atmósfera terrestre y del reparto de los climas mundiales es algo incuestionable. El Sol tiene muchas claves para explicar las fluctuaciones y cambios climáticos que se han desarrollado en nuestro planeta y los que pueden hacerlo en el futuro. La energía que procede del Sol es fundamental para activar el denominado Balance Energético Planetario, que es el motor de nuestra maquinaria climática. Los cambios climáticos, ocurridos a lo largo de la Historia de la Tierra han sido en primer lugar, y por encima de todo, cambios en el balance energético del planeta. No sabemos cómo van a ser los próximos ciclos solares. Se habla de un descenso de la actividad energética del Sol en las próximas décadas, lo que alteraría las proyecciones de cambio climático actuales. Pero hay mucha incertidumbre sobre ello. El Sol es, por tanto, esencial para entender el clima terrestre. Y su estudio debe seguir fomentándose para beneficio de toda la Humanidad.

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