Al contrario de lo que había ocurrido en otras comunidades autónomas (CCAA), los valencianos tuvimos que esperar hasta la noche del jueves al viernes para conocer, vía la web del ministerio, el contenido del Plan Económico Financiero de Reequlibrio 2012-2014 presentado por la Generalidad Valenciana (GV) a finales de abril y que horas antes había sido aprobado, junto con los procedentes del resto de CC AA (la excepción de Asturias tiene que ver con el adelanto electoral decidido por Álvarez Cascos) por el Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF). Allí se suponía que se decidía el mecanismo por el que cada una de las CC AA iba a reducir su déficit de 2012 al 1,5 % de su PIB.

Por lo que supimos a las pocas horas, para Rajoy y Montoro tomar decisiones, en una semana tan complicada como la que acabamos de vivir, fue demasiado para atreverse a distinguir entre CC AA cumplidoras e incumplidoras. Aunque la situación es demasiado grave como para introducir argumentos políticos, es evidente que la decisión a tomar era más difícil teniendo que intervenir en CC AA como la Generalidad Valenciana que llevan lustros siendo responsabilidad de su propio partido.

Cuando el viernes por la mañana empecé a leer el Plan de la GV, debo confesarles que sentí la angustiosa sensación, confirmada por lo que sigue de que o bien los valencianos vivíamos una situación límite o bien estábamos gobernados por personas incompetentes o autoengañadas. Una simple lectura del documento hablaba de haber planificado en el límite de la profesionalidad exigible a funcionarios y políticos legítimamente elegidos. Voy a tratar de explicar las razones, basadas en el contenido de lo ocurrido y planificado estos días, que sustentan esta desmoralización acerca de lo que está ocurriendo en España y en la CV en particular. Pocas horas después llegaría la confirmación con la noticia de que en pocos días van a tener que venir extranjeros a auditar muestras cuentas, tanto las de nuestras antiguas Cajas (Banco Central europeo obliga) como de las de la Contabilidad del Estado Central y de las CCAA (en esta caso, Eurostat). Voy a centrarme en dos incoherencias, una cuantitativa y otra cualitativa, que ponen los pelos de punta sobre el contenido y perspectiva del Plan de la GV.

El objetivo del Plan de marras como saben los valencianos tenía (¿tiene?) por objeto presentar una «hoja de ruta» con sus números, que permitiera que la GV cerrase 2012 con un déficit del 1,5% de su PIB (parámetro utilizado para medir el objetivo de estabilidad presupuestaria comprometido con Bruselas). Al empezar la lectura, no extrañaba que el redactor asumiera que 2011 se había cerrado con un 3,7 % de déficit, cuando el compromiso para 2011 era de 1,3% de nuestro PIB regional, pero no había podido ser y había que reaccionar. Se supone que estamos ante un documento que indicaba cómo llegar a un máximo de 1.536 millones en «números rojos» al cerrar 2012, frente a un supuesto déficit habido en 2011 de 3.796 millones (olvidemos que el objetivo de principios del 2011 era de no pasar de un déficit de 1.385 millones). En otras palabras, de cómo respondía el Consell a su obligación de reducir en al menos 2.260 millones el presupuesto de la GV que tiene aprobado para el año en curso. Los lectores de Levante-EMV encontrarán en la página 3 del ejemplar del sábado un excelente resumen cuantitativo de esta rebaja que los técnicos del CPFF se creyeron a pies juntillas y que se resume en dejar de gastar unos 1.140 millones y en ingresar por distintas vías más de 1.100 millones. Sin embargo, alguien no quiso o pudo leer que estábamos ante un documento que en la tabla de su página 58 indicaba, en franca contradicción con los supuestos 3.796 millones de déficit de 2011 ya citados, la «capacidad de necesidad de financiación a efectos del objetivo de estabilidad financiera» (sic) para 2012 tenía para la propia GV una previsión de 4.657 millones, con lo que nuestro déficit era del 4,5% del PIB y no del citado 3,7%. A leerlo uno pensó que debía haber alguna equivocación pues todo el plan estaba pensado en reducir el supuesto déficit del 3,7 % (no del 4,5%) en 2011 al 1,5% de 2012. Estábamos ante casi 900 millones de déficit adicional, una diferencia que los técnicos del Ministerio de Hacienda nunca podían aceptar, algo que sí hicieron quienes se reunieron el jueves en el CPFF. Como afortunadamente este país tiene a gente con vergüenza, la equivocación/mentira no sobrevivió ni 24 horas y el viernes por la tarde Hacienda reconocía que el déficit de algunas CC AA, entre ellas la nuestra, era mayor que lo dicho y alcanzaba en el caso de la GV el citado 4,5% y que desde un punto de vista cuantitativo convierte en papel mojado el Plan de Reequilibrio del Consell. El hecho de que algunas CC AA habían mentido al CPFF y éste había hecho como no saberlo se ha convertido en una de las noticias más dolorosas del fin de semana. El viernes por la tarde, a toda prisa, el Ministerio de Hacienda tuvo que mandar a Bruselas correcciones que hablaban de déficit mayores que los declarados días antes, con el impacto que ello ya tiene sobre la deteriorada capacidad para dar confianza por parte del Reino de España.

La segunda sorpresa, ésta cualitativa, era la forma como el Consell piensa (¿pensaba?) incrementar los ingresos para 2012. La más importante consistiría en cobrar este año tanto a los adjudicatarios de la privatización de la gestión de los servicios no asistenciales de Sanidad y a una parte de los sanitarios el adelanto por dos anualidades del canon que se imponga por el alquiler de las instalaciones públicas. Puesto que la cantidad pretendida por la conselleria para cada anualidad son 180 millones, la previsión sería ingresar este noviembre 360 millones como mínimo, quien no descarta, si fuera necesario, incluso reclamar una tercera anualidad adelantada hasta llegar a unos hipotéticos 540 millones. Puesto que todo parecía servir como argumento virtual para hacer caja y salvar el objetivo de déficit de este año, uno, humildemente, durante el viernes, trató de conocer si habría alguna empresa privada en condiciones de adelantar tal cantidad de millones a cuenta de posibles negocios para los dos o tres próximos años. Con todo el cuidado del mundo y esperando equivocarme, debo decir que la sorpresa mostrada por los posibles candidatos era mayúscula y ninguna empresa mostró el menor interés en participar en una operación de esta naturaleza (lo más concreto que pude oír fue: ¿Por qué no nos venden los hospitales?). Ya no se trata de entrar en el debate del nuevo modelo de gestión sanitaria propuesto por el equipo de Sanidad, sino de informar que parece que, en ningún caso, la sanidad privada está por entrar en esta especie de financiación que necesita la GV y no quiero pensar en las condiciones que exigiría en caso de hacerlo.

En pocas palabras, el plan presentado por el Consell no sólo faltaba a la verdad en las cifras que manejaba, sino que también en la factibilidad de las vías que propone para incrementar determinados nuevos ingresos de la GV. Siendo todo ello muy grave, lo es más que a la finalización del CPFF las declaraciones oídas obedecían a lo que los americanos llaman win-win (todos ganamos), ya que al parecer unos no pasan por la vergüenza política de haber sido intervenidos y otros están satisfechos por verse liberados de tomar decisiones muy complicadas desde Madrid. Los políticos aparentemente satisfechos, los ciudadanos perplejos y Europa desconfiando. Las palabras de la vicepresidenta del Gobierno («un consenso de primer nivel sumamente positivo» o «un auténtico pacto de Estado con objetivo de nación») desgraciadamente suenen más a una incapacidad para manejar la situación que a una llamada a la responsabilidad ante una crisis que dista mucho de poder ser controlada.

Ante las aparentes insolvencias producidas por los quipos respectivos del Ministerio de Hacienda y de las Consejerías de Hacienda y Sanidad de la GV y con independencia de cada ideología personal, la semana que hemos vivido ha hecho que más allá de la indignación ya se sienta directamente temor y angustia. Ha llegado el momento de asumir la realidad, ya que hablamos de cómo enfermaremos y moriremos los valencianos.