Ya estamos en junio. Con el personal esperando el veranito, lo que ya comenzó el pasado día 1 de Junio es la temporada de huracanes. Pero como suele ser habitual, las cosas de la atmósfera, al contrario que los humanos, no hacen mucho caso de las hojas del calendario oficial. Ya en Mayo hubo dos tormentas tropicales en el Atlántico, Alberto y Beryl; y dos más, en el Pacífico, Aletta y Bud. Recuerden, nombres propios previamente establecidos que empiezan por las letras del abecedario desde la A a la Z. Las dos regiones están ahora tranquilas en espera de los próximos ciclones, que empezarán con la letra C, Chris y Carlotta, respectivamente. Uno de los factores fundamentales en la formación de los huracanes es la temperatura marina. Sin aguas cálidas la evaporación disminuye y por tanto la transferencia de calor y humedad a la atmósfera y por tanto se inhibe la formación de tormentas, tropicales y extratropicales. Los satélites permiten conocer el estado del campo térmico marino y barajar las posibilidades de su formación. Aunque tan sólo se pueden conocer las temperaturas de los milímetros superficiales y en la formación de los huracanes influye el enorme reservorio calorífico de las aguas profundas, al menos las imágenes permiten tener información previa. El umbral de 27´8 ºC suele ser el adecuado para que tengan lugar estos impresionantes fenómenos. Con una temperatura marina normal, se espera una temporada promedio lo que puede suponer unas 12 tormentas tropicales y 6 huracanes, 3 de ellos importantes. Concretamente, las predicciones hablan de entre 9 y 15 tormentas y de 4 a 8 huracanes en el Atlántico; y de 12 a 18 tormentas, que incluyen de 5 a 9 huracanes en el Pacífico. Un riesgo a asumir si queremos unas vacaciones exóticas.