Una lluvia de meteoritos llegó del espacio hace más de cuatro mil años y cayó en el denominado Campo de cielo en la región del Chaco, en el nordeste argentino. Alrededor de esas viejas piedras extraterrestres se tejieron relatos, historias orales de los ancestros que se fueron incorporando a la vida espiritual de los indígenas y formaron parte de su cultura, de sus miedos y esperanzas. En un paisaje desolado, los trozos del meteorito adquirieron un valor sagrado. Unos consideraron que la lluvia de metales eran «gotas de sudor del sol», otros que eran «trozos de luna» que los dioses enviaron para fertilizar la tierra. Mucho tiempo después, los moqoid fueron diezmados por la conquista y en la actualidad quedan 15.000 descendientes y aún realizan ceremonias rituales y se siguen considerando depositarios de la custodia del meteorito.

Hasta hace pocos meses, los artistas Guillermo Faivovich y Nicolás Goldberg mantuvieron el ambicioso proyecto de llevar el meteorito El Chaco de 37 toneladas de peso a la 13ª edición de la Documenta que se celebra estos días en Kassel. La voluntad de la organización de la Documenta era llevar el meteorito desde el nordeste argentino a Buenos Aires, de ahí en barco a Hamburgo y después a Kassel. Cuando las autoridades peronistas de la región se mostraron dispuestas a cambiar la legislación para hacer posible el traslado, surgió la oposición de algunos astrónomos y de los indígenas moqoid que decidieron convertirse en vigilantes de la piedra celestial. Ante esta situación, la organización de la Documenta desistió del proyecto y en la Friedrichplatz, en lugar del meteorito se exhibe un cubo metálico solitario. Dos años antes, en una galería de Francfort los dos artistas habían logrado juntar las dos mitades del meteorito El Taco que había sido diseccionado en dos partes en los años sesenta, permaneciendo una en un museo de Buenos Aires y otra en un olvidado depósito del museo Smithsonian de Washington, hasta que se juntaron las dos en una instalación que era a la vez un relato de las vicisitudes de la pieza y de nuestro Sistema Solar.

Kassel se encuentra en la ruta de las fábulas alemanas, vinculada a los hermanos Grimm. A orillas del río Fulda, la ciudad fue arrasada en la segunda guerra y desde 1955, cada cinco años, se celebra la Documenta, que es una exhibición y reflexión sobre el arte contemporáneo. En esta edición, con el lema Destrucción y renovación, la Documenta está abierta a las comunidades libres, a las condiciones paradójicas de la vida contemporánea y la producción artística y a la difuminación de fronteras entre lo que es y no es arte. La exhibición del meteorito quería ser la del objeto más pesado y antiguo mostrado nunca en la historia de la Documenta.

En este esfuerzo titánico del arte actual se trataba de exponer la piedra más antigua como un readymade, mostrar el filme más largo y el plató de televisión más crítico en una edición que quiere ser la más extensa y ampliarse a otros escenarios como Alejandría, El Cairo y Kabul. El filme más largo es Los tres cerditos, obra del cineasta Albert Serra, que rodará la película basada en textos literarios como Las conversaciones con Goethe, de Eckerman, Las conversaciones privadas de Hitler, de Hugh Trevor-Roper y diferentes entrevistas de Fassbinder. La película con 200 horas de grabación es la puesta en escena de la propia historia alemana y será proyectada sin interrupción en los últimos días de la muestra. La obra de Dora García es un plató de televisión instalado en la Ständehaus y tiene el objetivo de reconstruir el movimiento antiautoritario en Alemania en una mezcla de pensamiento radical y televisión.

También como en un plató, Angela Merkel clama: «No tenemos fortaleza infinita» contra las voces que reclaman una decisión europea para una integración política y económica mayor de la eurozona. Para sobrevivir se necesitan los relatos como el pueblo moqoid ha demostrado en su mensaje de perseverancia y empecinamiento en la defensa de un meteorito que conforma sus sueños. Salir de la duda hamletiana y retomar un acto de voluntad política por parte de los dirigentes europeos es la única manera de defender nuestra piedra angular, darle un futuro al relato europeo, sueño de tantas generaciones. Esperamos. Todavía esperamos, de las cumbres y minicumbres, del G20, del Consejo Europeo de finales de junio. Urge salvar Europa. En estos tiempos de confusión, Edoardo Nesi en La historia de mi gente, cuenta cómo a una pregunta sobre la crisis y los mercados, el escritor Richard Ford le contestó: «Mira Edoardo, estoy seguro de que al final, de algún modo, la economía sucumbirá a un acto de imaginación».