La militancia en lo mundano de nuestro monje en Monserrat debe de provenir, como en el caso de Joan Fuster, de alguna antigua militancia falangista si no directa tal vez consanguínea. Bausset es, sin duda, la representación más genuina del neofraquismo nacionalista catalán, aquello que se llamó, y él es muestra de su vigencia, el "nacional-catolicismo" en su versión "vintage" y catalanista mitad monje mitad soldado. Bausset es, como cuando estudiábamos "el Libro de España" en el que se nos enseñaba las autoridades locales del municipio, la representación de la "fuerza viva" de la iglesia local junto al alcalde, el médico y el rico de turno del pueblo, representado hoy por el burgués y militante de CiU que busca, como Bausset, llegar por el nacionalismo hacia Dios. Poco ha cambiado.

Y es que el postfranquismo ha heredado, sin duda, lo peor del franquismo: el partido único o "Movimiento Nacional" hoy en régimen de duopolio y con ínfulas de jerarquía y casta; el sindicalismo subsidiado, sumiso y vertical representado por una ingente ejército de liberados vagos y maleantes; y una corte patronal, también institucionalizada, convertida en un "lobby" de damas de compañía para cuando Su Majestad o el político de turno se va de putas al extranjero. Poco ha cambiado, insisto.

El monje de Monserrat sabe bien por su padre recientemente fallecido que era un asiduo, en su día, de las tertulias falangistas más críticas y colaborador con el diario del Movimiento "LEVANTE", lo que le hacía coincidir, y de ahí viene su entrañable amistad, con los falangistas Joan Fuster y Vicent Ventura, este segundo, habitual columnista del rotativo franquista.

¿Todo ello significa o nos permite resumir que Bausset padre, Joan Fuster y Vicent Ventura fueron falangistas? La respuesta es la misma si lo que se pretende, como lo hacía el monje de Monserrat en su artículo original de este debate, es demostrar la catalanidad del poeta Casp o del filólogo Fullana. Mientras Fullana, pese a su gran conocimiento de la lengua catalana, nunca aceptó la unidad de la lengua, y mientras las veleidades y miserias de Casp le llevaron a participar en su propio suicidio intelectual, ninguno de los dos puede ser tachados y recordados en su epitafio como catalanistas. Como tampoco debería de serlo el padre del monje de Monserrat, o el escritor Vicent Ventura, o el mismísimo militante de la Falange Tradicionalista y de las JONS, Joan Fuster, cuyas odas a la dictadura y su carnet de militante siguen siendo un testimonio de su pasado, hasta muy mediana edad, fascista.

Así que si tiramos mano de las fotos color sepia y del pasado de mis viejos camaradas más de una sorpresa nos vamos a encontrar. Lo mismo que si se me acurre hacer un repaso al organigrama de nuestra administración autonómica y empezamos a pasar lista.