La Venta de los Ocho Ojos fue el primer club de carretera instalado en Valencia, concretamente en Benifaió. Se cerró hace muchos años, pero su nombre evoca misterios hipnóticos y recuerda aquella fantástica Casa de las Siete Puertas que Sanchis inmortalizó en una historieta de Pumby. Nada más y nada menos que ocho ojos, y sólo quedan los dos ojos azules de quien fue su encargado, Paco López, más conocido como El Espuelas.

Paco está convencido de ser la reencarnación de William Hickock, amigo de Buffalo Bill. Por eso siempre viste con las galas del antiguo Oeste americano, parece El Pequeño Luchador de Gago, pero en su senectud. Acaba de cumplir 73 años y está más vital que nunca, orgulloso de sus locuras.

Conocimos a Paco casualmente, cuando celebraba un banquete improvisado en la puerta del club La Espuela, bajo el scalextric de Peris y Valero. Nos extrañó tanto que allí se estuviera celebrando un «pic-nic» que nos detuvimos y le preguntamos el motivo del festejo, porque la especificidad de esta sección nos hace estar pendiente de tales asuntos.

Paco es un tío campechano que en un momento relata su vida. Nació en Almansa y pronto se vino a trabajar como camarero a Valencia. Estuvo en Casa Balanzá y otros establecimientos similares, hasta que se metió de lleno como empresario de hostelería. Fundó la primera discoteca veraniega de lo que después sería la «ruta del bacalao», El Calavera del Perelló. Después abrió Barraca y él se trasladó a Pinedo, donde inició San Francisco, que después ha continuado con diversos nombres.

Recaló a continuación en el mundo del alterne con La Venta de los Ocho Ojos. Después quiso volver a Valencia y alquiló el club Ziro. Pronto le ofrecieron el traspaso de La Escala, y también le tentaron con el mítico Sant Jacques, que entonces estaba en su mejor momento, comandado por una mujer de ojos profundos y trato exquisito conocida como Sandra. Franco estaba muriéndose y él se puso el mundo por montera.

Convencido cowboy, cambió el rótulo de La Escala por La Espuela, como afianzamiento de su personalidad. Compaginó durante lustros la noche con aficiones que le han hecho muy popular. Posee la mejor colección de armas del Far West de Valencia. Viste habitualmente más estilo de Texas que de Russafa, con más de 400 camisas vaqueras en su armario. Ha explicado en televisión sus regresiones y experiencias paranormales, con vivencias «más allá de la vida». Por último, rizó el rizo de todas las excentricidades conquistando y casándose con una mujer 17 años más joven que él, de la que está orgulloso y feliz.

Qué suerte haber encontrado en plena calle a este histórico personaje de la Valencia más corrosiva. Por cierto, el nombre de la venta era mucho menos poético de lo que parecía. Se llamaba así por haber sido instalado junto a un puente que tenía ocho aperturas u ojos bajo su calzada.

Seguro que todos los que lo conocieron pensaron en los ojos de las mujeres que por allí deslumbraban, ojos que ahora son leyenda del pasado.