El médico le dijo a mi amigo:

—Sigues enfermo, pero con la reforma laboral en la mano, si no te presentas mañana mismo en el trabajo, te pueden despedir por causas objetivas.

—Entonces dame el alta.

—Eso iría en contra de mis principios. No puedo firmar un papel en el que diga que alguien está curado cuando tiene 40 de fiebre. Tú mismo podrías llevarme a los tribunales.

—Pero sabes que no voy a hacerlo.

—Pese a todo.

Según me contó mi amigo, el médico parecía sometido a una fuerte tensión emocional. Atrapado entre la tentación de la solidaridad y el pánico a perder su propio trabajo, decidió al fin que tenía una familia a la que sacar adelante y no le dio el alta a mi amigo. Éste se presentó al día siguiente en la oficina, donde el director de personal le pidió el alta.

—No me la han dado -dijo.

—Pues si no te la han dado ya puedes irte a casa. No podemos exponernos a que venga una inspección y te pille trabajando con fiebre. No somos unos negreros.

—Pero si me voy a casa me despediréis por causas objetivas.

—Eso dalo por seguro. A menos, claro, que tengas un cáncer. En la última revisión de la reforma laboral eliminaron esta enfermedad de las causas objetivas de despido. Si tienes un cáncer no te podemos despedir.

—¡Qué pena, sólo se trata de una bronquitis! Por cierto, que la cogí aquí, por culpa del aire acondicionado.

—Ya lo sé. Lo hemos puesto muy bajo para que la gente enferme y poder despedirla por causas objetivas.

Mi amigo salió de la oficina y, ya en la calle, se le acercó un tipo que decía vender altas médicas falsas para evitar el despido por causas objetivas. Le compró una y volvió a subir, mostrándosela al jefe de personal. Más tarde averiguó que el vendedor de falsas altas era el hijo de este directivo. Hay gente que flota en las situaciones más difíciles.