Merecía esta serrana que la fundieran de nuevo como funden las campanas». Los Quintero compusieron La Malvaloca, en la que una joven vivaracha, y de pasado turbulento, se enamora de un buen tipo que quiere hacer desaparecer de ella su historia tormentosa. «¡Te perdonarán todos! ¡Te respetarán todos! ¡Es ya loco empeño de mi vida! ¡Todos olvidarán lo que fuiste!». Y Malvaloca grita a lágrima viva: «¡Quién fuera de bronce como la campana!». Estalla al final del melodrama el tañido de la campana remozada y el enamorado irrumpe en la escena con una exclamación ardorosa: «¡Canta el amor de todos! ¡Su voz tiene para mi corazón un oculto sentido! ¡Yo también fundiré tu vida al calor de mis besos, con el fuego de este loco amor, tan grande como tu desventura!».

No sé, ni soy especialista en la materia. Simplemente me consterna esta España que cada día se desangra. No sé a ciencia cierta dónde hemos llegado, ni siquiera el cómo ni el por qué. A lo que parece, tampoco lo sabe nadie. Y a los que pretenden saberlo, y en los que hemos depositado nuestra confianza, se les está quedando cara de pasmo, pues lo que entrevieron no se está cumpliendo. No hay que desanimarse. Las cosas habitualmente no salen a la primera.

Quizá sean muchos los errores. Pero un pueblo que se une, vence los mayores reveses. En ocasiones similares, ante el avatar de nuestra miseria, o simplemente por la azarosa naturaleza, las regiones de España se unieron. Pienso en Valencia: tantas calles dedicadas a pueblos y ciudades de España que se volcaron con ella en la riada. Otras veces, nos ha faltado perspectiva y solidaridad. Aquí mismo, con un simple trasvase Xúquer-Vinalopó, nos hemos dado de bruces. Altura de miras y fuerzas perdidas en luchas inútiles. No hay que irse lejos ni remontarse a ignotos tiempos.

Y sin embargo, el país está que arde (y no solamente los bosques) por la crisis que nos asfixia. Llevo tiempo diciéndome que esta España nuestra hay que refundarla, refundiéndola. No es meramente una cuestión política, que también. Pero básicamente hay que aunar esfuerzos. El Titanic se hundirá, pero sólo si nos quedamos impasibles o si cada uno tira por las de Villadiego. Podemos salvarlo. No va a ser ciertamente con plantadas, caceroladas, marchas callejeras, huelgas€ Esto puede servir momentáneamente de deshogo, pero nada más.

Refundar España. No sé cómo hacerlo. Aunque intuyo que desde la base, desde el principio. Quitando, más que poniendo. Aunando esfuerzos, más que separando. Uniendo pueblos, comarcas, provincias y comunidades autónomas hasta llegar a la médula de lo que nos constituye en pueblo. Esto no se arregla con más de lo mismo. Restaurar desde la base. Quizá el vernos todos en la misma barcaza, zarandeada por las olas de la agitación, nos lleve a intuir —a la fuerza ahorcan— que o nos salvamos todos o todos igualmente pereceremos. Podemos comenzar. Nos va a llevar su tiempo. Será una tarea ingente. Una esperanza.