El otro día vi mi hoja de salario y me puse a pensar cosas, lo que a veces es subversivo. Cosas como las que siguen. La mayoría de asalariados reciben una cantidad determinada de dinero a cambio de su trabajo. De ahí el nombre. Lo que cobran es el salario bruto menos las retenciones. Pero la empresa paga más por ellos: paga la cuota patronal de las cotizaciones sociales. Por cada cien euros de salario anual bruto, la empresa entrega al estado 23,6 euros para seguridad social, 5,5 euros para desempleo, 0,2 al Fogasa y 0,6 para ayudar a la formación profesional. No cuento lo de los accidentes porque no va al gobierno. Por lo tanto, de cada cien euros de salario, 29,9 euros extras para el Estado. Pero luego, al asalariado le descuentan de su nómina: 4,7 euros para seguridad social, 1,55 para desempleo, y 0,1 para FP. Total: 6,35 euros. Que sumados a la parte patronal dan un total de 36,25 euros por cada cien de salario bruto. 36,25 euros que van al Estado.

Con todo lo cual, para llegar a entregar al Estado más de la mitad del salario, bastaría con que el asalariado pague un IRPF del 14% de su salario bruto. Un tipo nada extraordinario, sino más bien modesto. De manera que cuando un empleador le dice a un aspirante: te voy pagar 14.000 euros al año, debería añadir: y Montoro se va a llevar más de 7.000. Luego, con el dinero restante, el asalariado va a continuar pagando, ahora en igualdad de condiciones con los demás ciudadanos. Va a pagar un IVA que ha subido, unos impuestos especiales (carburantes) muy altos, unos impuestos municipales, etcétera. Lo que va a elevar todavía más lo que paga a las haciendas públicas en relación a su salario bruto. ¿Se puede llegar a los dos tercios? Para muchos empleados, ello es probable.

Pero el gasto público no supone dos tercios del PIB, ni mucho menos. Está algo por encima del 40% (y bajando). De lo que se deduce que la contribución de los asalariados a dicho gasto es desproporcionadamente alta. Y también peligrosamente alta: al depender tanto de los salarios, las situaciones de desempleo y de caída de las remuneraciones tienen efectos letales sobre los presupuestos. Lo que, a su vez, provoca drásticos recortes que hunden más aún el empleo y, con él, los ingresos públicos, etcétera.

¿No hay otras grandes fuentes de ingresos para lo público, además del salario de los trabajadores? Habrá que encontrarlas, porque de lo contrario nos hundiremos con el círculo vicioso de la recesión autoalimentada. Y además, es injusto, aunque ésta sea una opinión de parte.