Confieso no ser un «olimpista» fervoroso. Esos seres humanos condenados al monocultivo y al esfuerzo heroico sólo para ser los primeros en algo no creo que expresen la mejor humanidad posible, aunque muchos sean gente admirable y maravillosa. Por tanto, la posición de España en el medallero olímpico no me importa gran cosa. Ahora bien, el probable retroceso español respecto de anteriores olimpíadas podría ponernos en la pista de que en el deporte, como en cualquier otra cosa, lo que cuenta es el empeño sostenido, la estrategia a largo plazo, el trabajo silencioso y un entorno social de apoyo. Como en España las energías sociales respecto del deporte están concentradas en los galácticos supermillonarios, sean las estrellas de «la roja», Pau Gasol, Nadal, Alonso o Jorge Lorenzo, queda poco potencial admirativo para el olímpico que entrena muchas horas al día con una ayuda corta o miserable.