Aunque no sea la primera vez que hablo de este tema, ni será la última, no me puedo resistir a reproducir cosas que he visto y me han contado de los termómetros en la última ola de calor. Mi amigo Carles me contaba indignado el otro día como en la pública y evidentemente cambiada RTVE se daba noticia de la ola de calor y se diferenciaba entre la información de temperaturas veraces de los servicios meteorológicos, con máximas que rebasaban los 42 y 43 ºC en varios puntos de España, que ya está bien, y la información ofrecida con imágenes de los falsos termómetros de calle en los que se rozaban los 50, que es la imagen que les quedaba sin duda a los televidentes. En mi pueblo alguno se quedó enganchado en ese valor y ahí sigue días después. En TVE, desde Montilla (Córdoba) se decía que se podían alcanzar los 42 ºC, pero la misma corresponsal inmediatamente decía que eso era en termómetros «oficiales a la sombra» pero que «realmente» al sol se iban a acercar a los 50. No me cansaré de decir que resulta obvio que al sol hace más calor que a la sombra pero que las temperaturas medidas al sol no marcan la temperatura del aire, sino la del sensor, y por eso no valen. Para que fueran válidas habría que airear el sensor dándole vueltas en el extremo de una cuerda. En fin, sé que es una batalla perdida pero sigo comprometido. Si los termómetros de calle existen y no se pueden evitar, que estén bien ubicados o que no sean tan atendidos por la opinión pública y la prensa, que sin ellos ya hace bastante calor. Imaginemos qué pasaría si los de información económica hicieran una distinción entre la prima de riesgo «de verdad» y la que marcan los mercados. Para no resultar tan serio, contar una última anécdota de mi amigo Samu, otro «frikimeteo» comprometido en la misma causa. Me envió la foto de un termómetro de calle, supongo que manipulada, en la que, en vez de colocar una de esas temperaturas desmesuradas, rezaba el siguiente rótulo: «Vais a morir todos».