Quinto año de la mayor crisis económica desde la Depresión del 29. Un verano más en crisis. Agosto era el mes de los aperitivos italianos, de martini, campari y aperol. Un pequeño homenaje a la dolce vita ahora que cierra Cinecittá, la cuna del neo-realismo y de la comedia italiana que será reemplazada por un complejo hotelero, aparcamientos y un parque temático, fruto del acuerdo privado del productor De Laurentiis con Diego Della Valle el propietario de Tod´s. Signo de los tiempos. Las arcas públicas vacías para restaurar patrimonio y las antiguas piedras se caen mientras Monti se indigna con las diferencias de financiación entre países de la zona euro y clama en el desierto con Rajoy por una Europa más unida y solidaria ante el inquietante silencio del verano de Hollande.

La ceremonia de clausura de los Juegos de Londres fue otra vez un homenaje al pop británico, a Freddy Mercury y los Queen, a los Beatles y a John Lennon. Volvieron las Spice Girls. Como vuelve la moda de los salones de té, tras los fastos de jubileo de Diamante de la Reina. Todo sirve para marcar distancias con el continente y reafirmar el aislamiento británico frente a una Europa que puede ir hacia una mayor unidad fiscal y bancaria, regulando las operaciones financieras.

En Berlín esta semana se habla de un referéndum. Primero fueron los socialdemócratas Sigmar Gabriel y Frank Walter Steinmeier y después los socios de Merkel de la Unión Social-Cristiana de Baviera. Un referéndum para que el pueblo alemán se exprese ante cualquier forma de mutualizar la deuda. A los países del sur se les exige obediencia ciega a las directrices de Bruselas y soberanías compartidas mientras que Alemania ralentiza la toma de decisiones porque su Tribunal Constitucional está por encima de todo. Alemania y Francia refuerzan su Estado y ponen reparos a cualquier cesión de soberanía, mientras que a los países del sur se les obliga a debilitar su estructura política y a adelgazar el suyo, a bajar sus pensiones, a reducir sus salarios reales y aumentar su desempleo con cada vez mayor número de personas sin protección social. Esta dicotomía explica las vacilaciones en el viejo eje París-Berlín, que incrementa la incertidumbre del proceso hacia una mayor unidad fiscal, bancaria y política.

Se acentúa la búsqueda del enemigo oculto. Entre nosotros el chivo expiatorio sigue siendo lo público, las autonomías y los funcionarios. Ese run-run será caldo de cultivo de opciones neo-populistascomo como «Sociedad civil y democracia», que ha puesto en marcha Mario Conde para presentarse a las próximas elecciones gallegas. Adelgazar excesivamente el Estado y debilitar su estructura política puede acabar poniendo en riesgo la sociedad democrática construida desde la Constitución del 78 que ha sido fruto de un lento proceso de acuerdos y consensos, de equilibrios que pueden saltar por los aires. Recordamos aquellas palabras de Peter Brook: «España es un país rico si sabe sumar las piezas y no buscar la pureza, la españolidad».

Esta semana se pone en marcha la campaña electoral más cara de la historia. A menos de 90 días para las elecciones presidenciales en EE UU, Mitt Romney ha optado por Paul Ryan, congresista de Wisconsin, para ser su vicepresidente. Vinculado al Tea Party, el congresista hace responsable de la deuda, del desempleo y de la reducción de salarios a los que acentúan el déficit y por eso quiere acabar con los seguros médicos de la tercera edad y con la reforma sanitaria de Obama. Mientras, crece la desconfianza en las instituciones y se incrementa el desapego de lo público, el ultraliberalismo emerge como el nuevo ideal, una nueva utopía aniquiladora de la sociedad americana que desea volver a la pureza de los orígenes. Una nueva especie de jacobinos anti-políticos que sueñan con la desaparición del Estado, de sus normas y leyes y prefieren «las comunidades de afines». Quieren hacer tabula rasa, partir de cero y responsabilizar a las instancias públicas de la actual situación. Una insurgencia populista que está fracturando la sociedad americana, que desconfía de sus instituciones y reafirma su misión mesiánica. El nuevo mito del ultraliberalismo destruye y aniquila el presente, prometiendo el futuro brillante de la desregulación total. La automedicación y la autoeducación avanzan en ese sector que desconfía de las escuelas «inseguras» y de los profesionales que para ellos son siempre «incompetentes». Es una vuelta atrás que fracturará al país, como esas voces que claman contra la casta de funcionarios y la casta autonómica pueden hacerlo con el nuestro. En palabras de Paul Ryan, candidato a la vicepresidencia de de EE UU «América no es sólo un lugar. Es un ideal. Es el único país fundado sobre un ideal. Nuestros derechos vienen de la naturaleza y de Dios, no del Gobierno».