El conseller de Economía, Máximo Buch, confiaba recientemente en una reindustrialización de la economía valenciana, en lo que parecía una leve autocrítica sobre la versatilidad de los sucesivos gobiernos del PP en torno a la industria. Tal vez las insistentes visitas oficiales del presidente Fabra en los últimos meses a las industrias tengan algo que ver con la opinión de Büch. El conseller asegura que es un sector que genera «un empleo muy estable y puestos inducidos» (seis por cada empleo). El determinismo económico de los últimos años basado en el lucro fácil €con el crecimiento imparable del ladrillo y de los servicios adosados€ y la llegada masiva de bienes de consumo de países emergentes de difícil competencia han aparcado el apoyo explícito a los sectores industriales desde la órbita política. Unos sectores que desde el empuje de los años setenta y a partir de sus gérmenes embrionarios han sido fundamentales para la dinamización de la Comunitat Valenciana. La voluntad política de los gobiernos del PP en torno a la industria se ha dejado vencer en algunos casos por la desidia y, en otros, por una coyuntura de fácil respuesta. Corregir el modelo productivo es tarea ardua y quizás hayan incluso expirado los plazos. La explotación de la combinación de sol y playa ha compensado con creces algunas pérdidas dramáticas pero su asentamiento es frágil. Las exportaciones del primer semestre de 2012 retratan el delicado mapa económico valenciano. Sólo un dato: la caída de ventas de la Ford ha apeado a la C. Valenciana del cuarto puesto en la escala exportadora española.