La democracia, independientemente de cómo la adjetivemos, necesita aunar todas las experiencias de participación acumuladas. Es por ello, por lo que siguen jugando un papel imprescindible los sindicatos y los partidos políticos, y más ante los ataques involucionistas y antidemocráticos por parte de aquellos que, o bien suspiran por democracias liberales restringidas, o apuestan por un sistema capitalista de privilegios económicos, que restrinja al máximo el poder de decisión de la ciudadanía. En Italia, a través de un golpe institucional se depuso a un gobierno elegido por el pueblo y se le sustituyó por otro llamado gobierno técnico. Mientras, en Grecia, después de impedir una consulta popular sobre el plan de ajuste, el gobierno tecnócrata convocó unas elecciones con el objetivo de que ganara la derecha, conjurándose para impedir el triunfo de la coalición Syriza, referente de IU en dicho país.

Estas gravísimas involuciones se han producido después de un proceso de ataque a los partidos, donde el propio sistema que ha puesto trabas legislativas para corregir errores como las reformas electorales más proporcionales, leyes de financiación transparentes o limitación de mandatos e incompatibilidad de cargos, ahora potencia la opinión de que los partidos son prescindibles. El primer gobierno técnico en Europa se remonta a 1852, cuando en Gran Bretaña la reina Victoria nombró el gabinete Aberdeen. El periódico The Times, afirmaba: «El espíritu de partido está destinado a desaparecer, así solamente el genio, la experiencia, la laboriosidad y el patriotismo darán derecho al acceso a cargos públicos». En respuesta a dicho editorial, Karl Marx defendía: «El mundo quedará estupefacto al enterarse de que la nueva era de la historia está a punto de ser inaugurada por burócratas, que han venido siendo asiduos a los Gabinetes anteriores (...) ¿Se darán cuenta que es volver a la monarquía autoritaria?».

Una vez se sustituyen gobiernos democráticos por otros no elegidos, se afirma que se recupera la confianza de los mercados, a través de los recortes. Los hechos demuestran el engaño que eso supone ante el problema de la deuda soberana (ilegítima en buena parte), la crisis del euro o el déficit de los Estados. Se convierte en imprescindible reivindicar el Estado social como eje del proceso de transformación democrático. Es fundamental, por tanto, que la ciudadanía vea a las instituciones democráticas como parte de la resolución de sus problemas.

Desde la izquierda, debemos impulsar un modelo pluralista de democracia asociativa, como base de una alternativa al orden económico y político social establecido por el capitalismo contemporáneo. Sólo así comenzaremos a poner las bases para el reencuentro de la ciudadanía con la política, paso imprescindible para impedir que los de siempre acaben con todo y hundan al país.

?Portavoz de EUPV en el Ayuntamiento de Valencia