Vaya espanto de verano! No sabes que mal lo hemos pasado Menchu y yo. Antes de la crisis éramos algo en nuestra exclusiva urbanización. Ambos pintábamos mucho. Ahora, mira por dónde, todos nos dan la espalda. Este año los que marcan territorio son los imputados. Nosotros, en cambio, somos una suerte de apestados. Nos marginan en el club y nos miran por encima del hombro. Lo que mola hoy día es ser imputado. Ellos son los reyes del verano. Quedan para cenar, para ir de copas, organizan saraos y se embarcan para darse un baño en alta mar y presumir de sus fechorías. Mi mujer me lo reprocha a diario: «Mira Andreita, la diputada, a su padre le inculpan de varios delitos y tú nada», me dice. Estamos todo el día encerrados en el chalet y si salimos nadie nos dirige la palabra. Estamos limpios, ¡qué fracaso, Dios mío!

Menchu, que es muy lista, no para de repetirme que debía haber sufragado alguna comisión a la trama del Bigotes, que tenía que haber donado un bolso a alguna alcaldesa o que debíamos haber financiado un documental anacrónico e infame para la TVV. Nos hemos quedado atrás. Ya no podemos codearnos con la alta sociedad. No tenemos ningún delito que echarnos a la cara ni cohecho, ni tráfico de influencias, ni prevaricación, ni malversación, ni contra la ordenación del territorio, ni siquiera uno pequeño contra el medio ambiente o una falsedad documental que es muy sencillita de hacer. Esto está repleto de imputados y a nosotros los Fabra €el del aeropuerto-, los Blasco (dicen que lo imputarán pronto), los Ortiz, los gestores de la CAM, los Cotino, los de las basuras de la Vega Baja o los de Bankia nos dan de lado. A algunos no imputados formalmente ya los admiten en este selecto círculo porque todavía no los han pillado pero ya han hecho de las suyas y alardean de sus hazañas a la hora del mojito.

«Menchu, cariño, yo no sirvo para esto. Para ser corrupto hay que saber mucho de leyes y tú sabes que yo fui mal estudiante», esgrimo. «Además, mi padre no quiso dedicarse a la política. Mira, por ejemplo, ésa, la del biquini a rayas, sí, sí, la rubia, con un módulo de FP su padre, un alcalde sin escrúpulos, la hizo consejera de Bancaja». A este paso nos tocará irnos a un vulgar crucero de ésos para escapar de éstos amigos de antaño que ahora nos desdeñan. Ya no se dignan a venir a nuestras fiestas. Nadie quiere ser pareja mía al pádel. José Luis Olivas ayer ni siquiera me saludó. A lo mejor a mi asesor fiscal y al abogado de la empresa se les ocurre algún delito con el que pueda volver el año próximo a alternar con esta elite de imputados a la hora del aperitivo. Ya verás cómo no me llama ningún juez a declarar. ¡Esto no es vida!