Con unos mixtos, le prendes fuego a la caldera de Garajonay. O a la isla de Tenerife enterita, o a Gran Canaria. Qué más da. Con unos mixtos. Después acontecen disputas varias sobre quién debía haber hecho qué. Este verano ha ardido Canarias en medio de la crisis. Ha ardido Canarias, sobre todo, y otros lugares de España: todavía arde León. Catástrofes parece que provocadas, de daños irreparables en lo inmediato y tristes para el recuerdo. No se trataba de ir a pie de llama y quemarse (ya le ocurrió hace casi treinta años a un Gobernador Civil socialista en La Gomera y a veinte personas más, y otro casi arde en Tarragona) Se trataba, y se trata, de mostrar interés, de tener un gesto, de hacer una pequeña mención, sólo una mención, en una nota de prensa de esas que tan bien redactan, que no escriben, en los departamentos de prensa de los ministerios del PP.

Durantes las dos legislaturas de Zapatero, los ministros y las ministras acudían rápido a la mínima tontería que sucediera por tierra, mar o aire: había que contrarrestar, como fuera, el efecto “Prestige”, la ausencia de las ausencias, y estar cerca de la gente que sufría, por poco que fuera el sufrimiento. Repasen las hemerotecas y veran lo que se encuentran. Con la vuelta de la derecha, han regresado las formas con los mismos personajes. En otoño de 2002, se partió “el maldito barco” (Fraga dixit). Rajoy era vicepresidente del Gobierno de España, el actual director de la Guardia Civil, delegado del Gobierno en Galicia, Soraya vicepresidenta, asesora de Rajoy en los despachos de Moncloa. ¿Y Arias Cañete? Pues era lo mismo que ahora: ministro de la misma cosa con el mismo estilo de chico jerezano que le caracteriza. El desprecio de todos estos personajes a los lugares donde ha habido incendios y a los habitantes de esos lugares, ha sido un insulto. Y en Canarias ese insulto se triplica porque triples son los agravios, en infraestructuras, en desempleo, en olvido inversor histórico. Podemos coger una caja de mixtos.