Cuando ya habíamos perdido la esperanza de hallar un átomo de racionalidad en este áspero mundo, llega el Supremo, siempre al quite, y rebaja la condena impuesta por otro tribunal a un maltratador laureado. El alto tribunal, en su sentencia, se extraña de que el juez de primera instancia no tuviera en cuenta que el individuo en cuestión, acusado de agredir a su esposa, poseía varias condecoraciones militares. Más aún: había participado en misiones internacionales en las que hubo de emplear la fuerza, por lo que estaba acostumbrado a la violencia.

Temíamos que el Supremo tardara en recuperarse del paso del corrupto Dívar por su presidencia. Pero no. Cuando las instituciones son sólidas, lo resisten todo. He ahí una sentencia ejemplar que valora el contexto en el que se produjeron los hechos. ¿Acaso un individuo con siete u ocho cruces al valor obtenidas en el campo de batalla no tiene derecho a pegarle una bofetada a su esposa? Pues claro que sí, hombre. Estamos hablando de un guerrero, de un tipo que para conservar la vida ha de disparar antes de preguntar. ¿Acaso un hombre que ha recorrido esos mundos de Dios defendiendo el orden internacional ha de reprimirse, al llegar a casa, si le apetece dar unos azotes a su mujer? Por Dios, por Dios, ¿en qué mundo vivimos?

Menos mal que ahí está el Supremo para corregir estas desviaciones basadas en un respeto excesivo a la integridad femenina. No decimos que a la mujer no haya que respetarla, pero con ciertos límites. Si tú, por ejemplo, trabajas de auxiliar administrativo en una compañía de viajes, no tienes ningún derecho a maltratar a tu cónyuge. El papeleo no genera violencia doméstica, o genera muy poca. Vale que le tires un plato a la cabeza, pero de ahí no pases. Pero supongamos que eres carnicero que te pasas el día descuartizando reses. Aquí la cabeza, aquí los cuartos traseros, aquí el hígado, etc. Eso, quieras que no, acaba insensibilizándote un poco respecto a la visión de las vísceras y de las entrañas.

¿No es lógico entonces que al llegar a casa cojas un cuchillo de cocina y le saques el apéndice, por ejemplo, a tu esposa? Pues claro que sí, hombre, digan lo que digan los juzgados de primera instancia. Siempre nos quedará el Supremo.