En esta época siempre se pone de moda la temperatura del mar en nuestras costas, sobre todo en las mediterráneas. El otro día, una vez más Antena 3, mezcló la información real del responsable de Aemet en Cataluña con el sainete meteorológico, al hablar de las altas temperaturas del Mediterráneo e incluso del Cantábrico. Vaya por delante que yo también he notado al bañarme que el mar está caliente, no en ebullición como dicen algunos, y que los sensores de temperatura de la superficie del Mediterráneo en nuestras costas están superando los 25 e incluso los 27ºC. Ahora bien, eso se mide a cierta distancia de la costa con sensores especiales o con satélites. En ningún caso se mide como el socorrista de la Cruz Roja o la reportera en cuestión que, ni corta ni perezosa, metió un termómetro en un lugar donde el agua le llegaba por el tobillo, durante no más de cinco segundos, rodeada de decenas de bañistas y, probablemente, de sus fluidos. Todo vale para decir que este calor "inusitado" ha dejado el mar caliente y que ello supondrá un grave peligro de gotas frías desastrosas cuando llegue septiembre. Las altas temperaturas del Mediterráneo a finales de verano y principios de otoño siempre se dan y siempre son un riesgo, porque transfieren una elevada carga de humedad a la capa de aire que tienen por encima, pero no son suficientes para desencadenar lluvias torrenciales si no coinciden con depresiones de aire frío en altitud y vientos de componente marítimo. Lo que sí es cierto es que con un mar más caliente las lluvias torrenciales se pueden dar con embolsamientos menos fríos y que, si se dan, pueden descargar con más intensidad. No obstante, tampoco seré yo el que anuncie una gota fría de 1.000 litros por metro cuadrado en 24 horas sólo porque el mar está muy caliente, como ya lo hizo, estrellándose, un experto en 2003. Por cierto, una vez más recordar que esa forma de precipitación es propia de nuestro clima y que, en muchos casos, la alternativa es la sequía, ¿qué prefieren?

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