Camino del trabajo en tiempo de «vacas», las cosas y las gentes muestran su anodina faz, cuando en Radio Clásica comienza a sonar «Omnes de Saba venient» y la escena se anima. Todos los viandantes parecen moverse de acuerdo con la música o, al menos, sin entrar en colisión con ella; el coche que sale por la calle de la izquierda se ha metido, al frenar, al fondo de uno de los acordes; la gaviota sobre un turismo aparcado ha movido las patas en perfecta sintonía; y hasta la tertulia ante el bar, a la espera de que abran los talleres del barrio, parece seguir la partitura al gesticular. Evito parar en la panadería para no cortar el trance. Aquí pasa algo, me digo, pero no pasa nada; sólo que el autor de la pieza (Joseph Eybler) recibió aquel día una fugaz iluminación, un destello del sentido del tiempo y de los ritmos internos de la vida. Para colmo, la pieza termina justo al llegar al parking.