Ridley Scott da miedo. Impresiona. Cuando se supo que tenía previsto rodar en Alicante, más de uno pensó: ya está; vendrá a retomar la secuela de Alien, aquella criatura alienígena un tanto agresiva ella. Pero no. Lo que tenía el director británico en mente era convertir, como así ha hecho, el Ayuntamiento en un juzgado. Debe saber que, aunque esta tierra sea proclive desde hace décadas a la ciencia ficción, hoy en día hasta los androides tendrían dificultades para moverse por la dura realidad. Lo prueba el que, en la jornada escogida para el rodaje, cayó en la plaza una tromba de las que deja a un extratarrestre hecho una piltrafa. En cambio, a los restauradores de la zona les puso un piso. Cobraron por anticipado y no tuvieron que preocuparse de nada más, ahora que parte del vecindario céntrico está inmerso además en el debate de veladores sí, veladores no que, en momentos como el actual, suena de lo más encomiable. La alcaldesa Sonia Castedo, por su parte, es de suponer que disfrutaría de la vista al percatarse que la manifestación de enfrente estaba provocada por el tomate existente en... Ciudad Juárez.

En el nuestro salimos a imputado diario. La cosecha es descomunal. Ayer, a pesar de su proverbial resistencia, quedó visto para sentencia Rafa Blasco. Pero, dentro de los diferentes escenarios por los que transcurre, la película no termina aquí. También sale la partida de Fontcalent. Hasta al mismísimo Consell no le ha quedado más remedio que aceptar que la planta de basuras, donde también asienta sus reales Enrique Ortiz, ha incumplido el pertinente control de la cosa. Dos años atrás, el egregio José Cholbi recomendó desde la Sindicatura la eliminación de olores del centro de residuos y el aumento de medidas correctoras, mientras que algún que otro edil se encaramaba a los púlpitos para reclamar «solidaridad» a los sufridores del contorno. Todo parece indicar que en la escena de la planta de residuos se descubrirá un cadáver. Dinos quién es, Ridley.