Cualquier independentista catalán sabe que, además de con el corazón, la gente votaría con el bolsillo y se preguntaría si la cosa no terminará costándole dinero. Esto, unido al temor reverencial a la historia, puede acabar devolviéndolos a la prudencia. CiU no hará de las elecciones una votación sobre la independencia, sino sobre el derecho a decidirla, algo muy distinto, de igual modo que estar a favor del divorcio no supone que uno quiera divorciarse. Hay tanto miedo al asunto de parte y parte que no será imposible ir embocando el conflicto hacia una cuestión de procedimientos, vías, fórmulas, tiempos, requisitos, como ha ocurrido y ocurre en otras partes serias del mundo. Se le pone a esa cinta sin fin una caja registradora al lado, para que Cataluña vaya haciendo liquidez poco a poco (alguna razón tiene para ello), y pudiera ser que el matrimonio aún tuviera vidilla para rato.