El Ártico es una gran masa de hielo rodeada de naciones, algunas las más grandes del mundo; Rusia, EE UU, Canadá, Noruega y Dinamarca negocian sus límites fronterizos con esas aguas para realizar prospecciones, en las que se cree yace el 13 % del petróleo y el 30 % de las reservas de gas inexploradas. Recientemente se ha confirmado lo que se veía venir desde hace años: un deshielo catastrófico en el Océano Ártico.

El pasado mes de julio, científicos estadounidenses observaron que la superficie de Groenlandia afectada por el deshielo pasó de un 40 %, cifra habitual, a más de un 90 %, extensión récord en tan solo cuatro días. Para el investigador Carlos Pedrós Alió, del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona, «a medida que se calienta el Ártico cada vez hay menos hielo».

Y por esto, las zonas que están próximas a la costa empiezan a estar abiertas todos los veranos, es decir, que se puede navegar y es ahí donde se encuentran las plataformas continentales, donde se cree que está la mayor parte de las reservas de petróleo.

Pero el petróleo tiene en el mar un historial salpicado de sucesos dramáticos, cuyas consecuencias en muchos casos todavía alteran el medio ambiente.

Así, como explica Pedrós, «el problema está en que siempre que se realiza una intervención de este tipo existen riesgos de que haya accidentes, como se ha comprobado».

Según este experto, las empresas hacen un cálculo para el caso de que haya un accidente y consideran los medios para limpiar la zona.