Hace unos días nació una sobrinita en la Nueva Fe. Me sorprendieron las instalaciones y el ambiente que se ha creado para que esta experiencia sea uno de los momentos más hermosos de la vida. El trato amable y profesional del personal se mantiene, pero el entorno ha mejorado dando luz, espacio, intimidad, además de la mejor tecnología. Tenía prejuicios sobre este macroedificio: obra faraónica, largas distancias, distribución de espacios irregular, un gasto quizás desmedido. Pero reconozco que ofrece la mejor atención para ayudar a nacer.

Mi especialidad es la oncología, y lo que intentamos con los cuidados paliativos y la hospitalización domiciliaria es ayudar a morir, igual se ayuda a nacer. Me pregunto si se podrá encontrar un espacio, un ambiente adecuado para que el proceso de morir se pueda vivir, no con la alegría de un nacimiento, pero sí con serenidad y con la conciencia de haber hecho lo adecuado. La muerte es un instante, pero morir es un proceso, y casi siempre hay tiempo para compartir con la familia, un tiempo esencial, cuando se desvela lo que ha sido la vida de esa persona.

En algunos hospitales existen salas de pacientes terminales, preparando un entorno diferente, acogedor, con personal entrenado para responder a las demandas físicas, emocionales, sociales y espirituales. Hay algunos centros de pacientes crónicos, pero aún falta una cultura de aceptación de esta realidad. Crear espacios para ayudar a morir supone ser consciente de que la vida está llegando al final, pasar por fases psicológicas de negación, ira, rechazo, depresión. Pero es posible llegar a la aceptación de una realidad que no se puede cambiar, siempre que haya un entorno adecuado, con apoyo familiar y profesional. En esos casos, como dice Viktor Frankl, lo único que es posible cambiar es la actitud.

Se requiere un cambio de conciencia ante la muerte. Es necesario enseñar que no significa un fracaso, que cada día es una oportunidad para vivir de otro modo el tiempo que queda. Hace falta un cambio en la formación de los profesionales sanitarios, para romper tópicos y miedos que nos alejan de los enfermos en fase terminal, ya que en la facultad se nos enseñó a curar, a ayudar a nacer, pero no a ayudar a morir. Hace falta introducir la muerte en la vida, dedicándole más atención desde la escuela, para que deje de ser tabú.

La nueva Fe propone un modelo diferente de atención sanitaria. Es imprescindible abordar el final de la vida como parte esa atención para dar calidad y no sólo cantidad de vida. Desde muchas asociaciones tratamos de aliviar el sufrimiento de los enfermos y sus familiares, enseñar a afrontar la muerte y el duelo, formar a profesionales en la ética y la humanización y ayudarles a encontrar sentido a su vocación. Esperamos que la administración sanitaria continúe apoyando estos esfuerzos y permita encontrar nuevos modelos de asistencia que no requieren grandes tecnologías sino voluntad, para ofrecer confianza y esperanza al final de la vida.

Jefe Clínico del Servicio de Oncología Radioterápica del Instituto Valenciano de Oncología (IVO)