Llegó febrero el breve y se acabó enero, el de la cuesta; sin lluvias. También se acabaron los exámenes y muchos de mis alumnos siguen tropezándose con el anticiclón, con los alisios y con Köppen y su clasificación. ¿Será ésta una batalla perdida como la del Cambio Climático? Tal vez, porque los anticiclones originan desiertos y predicar en desierto, sermón perdido. Köppen no distinguía ni otoño ni primavera, incluyendo las estaciones equinocciales en las de los solsticios, invierno y verano. En su odiada clasificación, este año un poco menos que no salió en el examen, nuestro mal llamado "mediterráneo" es el clima subtropical de verano seco; por tanto, ha de llover en invierno. Pero enero ni una gota. No se alarmen. Cosa de anticiclones. Los anticiclones suelen traer estabilidad y salvo cordillera y aire húmedo enfrentados, secan la tierra. Pero hay anticiclones hay diversos. Los que tienen nombre y los que no. Los subtropicales, como el de las Azores que provoca ese nuestro verano seco y crea el Sahara, se forman por dinámica y aunque viajeros, son constantes. O casi porque en las Azores llueve bastante. Por eso tienen nombre. Pero cada año, cuando llega el invierno, y cada año llega, los continentes se enfrían y el aire se queda estable, sin ascenso posible, amarrado por la tierra helada. Y empieza el dominio de los anticiclones térmicos, sin nombre, porque la primavera los vaporiza en aguas mil. Esos anticiclones congelan China, han dejado sin lluvias nuestro enero y comenzaron el turismo de invierno, cuando un hotelero de Saint Moritz, Johannes Badrutt, invitó a unos británicos a pasar el invierno, asegurándoles tiempo apacible. Acertó y empezó un negocio millonario. Jugaba con ventaja: el invierno siempre llega y con él, el anticiclón.

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