El título puede que no les diga nada a muchos lectores, es un recurso literario, cuyo único objetivo es evitar antropónimo alguno en estas líneas. Es un detalle que poco importa para el modesto razonamiento que sigue, escrito sin acritud alguna.

En toda democracia hay que dar por supuesto, e incluso defender, como legitimo y razonable que todo ciudadano tiene derecho de apoyar económicamente a un partido político, sea el que sea, siempre respetando las normas que colectivamente nos hemos autoimpuesto. Es en el momento de votar cuando todos somos iguales, no cuando cada uno valora sus cuentas corrientes, obviamente tan distintas unas de otras como variables y diferentes somos las personas. Este principio muy claro al referirlo a hombres y mujeres, empieza a oscurecerse y matizarse cuando quien ayuda a un partido no es una persona y pasa a ser el agente de la donación una empresa.

Una firma comercial no tiene la misma ética que la exigible a las personas, aunque éstas sean sus dueñas. Un ciudadano puede ir a la cárcel si delinque, las empresas no pasan de pagar multas o de sufrir el cierre en situaciones límites. Hay cosas que se exigen a los humanos que no es bueno que se oculten tras una denominación empresarial. Este es un hecho que estamos viviendo intensa y angustiosamente con el devenir de la última amnistía fiscal. Una persona puede ser la dueña; sin embargo, es la empresa lo que importa, cuyas puertas podemos cruzar, con satisfacción y orgullo, muchos ciudadanos todas las semanas.

Detrás de nombres comerciales como Zara, Microsoft, Amazon, Google, etcétera, hay personas con las cabezas muy bien amuebladas que han sabido crear riqueza y desarrollo del que todos nos beneficiamos y que damos por hecho que cumplen con sus obligaciones fiscales. Con independencia de todas las opiniones que los humanos tengamos (a veces con algo de envidia) referidas a nuestros semejantes que han dejado su impronta en nuestra vida cotidiana, uno siente un respeto reverencial por aquellas individuos que han sabido innovar. Afortunadamente, muy cerca de nosotros hay talentos que han intuido lo que otros no veíamos y, mas importante aún, han convertirlo la obra de su vida en crecimiento y bienestar para los que trabajan con ellos, han creado empleos e incluso han dado la mejor imagen posible del terruño que los vio nacer, donde viven y van a casar a sus hijos e hijas.

Con las posibles contabilidades dudosas del PP en los medios de comunicación, se está agravando la percepción de desesperanza y se agudiza el dolor colectivo de una Comunitat Valenciana (CV) y de un Estado que se empobrece. Como valenciano no fue agradable ver, en aquella copia de una presunta contabilidad oculta, referencias relacionadas con protagonistas empresariales de esta tierra en dos determinados apuntes: 90.000 euros en 2004 y 150.000 euros en 2008. Que esto se desmintiera rápidamente por parte de la empresa hace un mes, me dejó tranquilo y la posibilidad de que hubiera prescrito lo que de irregular pudiera haber en ello, también.

Eran las dos excepciones no inmobiliarias, precisamente en la semana en la que sabíamos que las grandes empresas del sector constructor e inmobiliario, habían esperado hasta el último día (28 de febrero) para revelar sus cuentas del 2012. El jueves supimos que las pérdidas de seis de esas grandes empresas (ACS, Colonial, Sacyr, Royal Urbis, FCC y Martinsa) ascendieron a la cifra record de 6.551 millones de euros. Afortunadamente, no todas las aportaciones empresariales al PP parecen proceder de empresas con tanto balance negativo, ni con tanto ERE (en su pasado y en su futuro próximo) como las del ladrillo.

Al frente de la empresa presente en los papeles que nos ocupan, hay una persona inteligente y con un currículum que enorgullece a muchos valencianos, que no andamos nada sobrados de ejemplos y referencias solventes. Durante los cinco años de crisis no ha dudado en hablar con claridad meridiana, y con independencia de que estas aseveraciones gustarán más o menos a sus conciudadanos se ha pronunciado sin reparos y hoy sabemos que sus puntos vista fueron tan valientes como acertados, con independencia de lo que cada lector piense sobre ellos.

Transcribo algunas de estas opiniones, copiadas de un reciente texto de un profesor de la Universidad de Barcelona (cuyo nombre evito por mantenerme en el pedante antropónismo autoimpuesto):

«Estoy en contra de los recortes». «Las subvenciones son el cáncer de la improductividad». «En España hay mas de un millón de personas que hoy no han ido a trabajar, pudiendo». «2011 va a tener una cosa buena, y es que será mejor que 2012». «Hay que desincentivar el desempleo. Aquí nadie recoge las naranjas ni las fresas, lo hacen los extranjeros». «Hay que pasar a los lunes todos los festivos de España. Cada puente nos cuesta 1.200 millones de euros». «Estoy totalmente de acuerdo con la reforma laboral, pero yo habría ido mas allá». «Hay que quitar lo que no añade valor a los españoles. Hay que frenar el derroche». Se esté de acuerdo o no con estas aseveraciones, su mérito, o demérito, reside en que fueron enunciadas hace muchos meses, cuando el sufrimiento actual solo se intuía para muchos valencianos y españoles. Es por ello que una aclaración demasiado discreta hecha por una empresa importa mas de lo que uno pensaba. Estamos viviendo circunstancias donde toda aclaración debe ser tan contundente como urgente. En la CV necesitamos seguir confiando en los pocos líderes claros de nuestra compleja sociedad civil.

Han sido demasiados los financieros y políticos cuyas insolvencias y curricula eran tan vacuos y contradictorios que llegaban a limitar con la corrupción. Porque tenemos mas que derecho, necesidad de un futuro, queremos volver a los principios (como dice, por sin, lo que queda de nuestra gran institución bancaria) necesitamos una imprescindible mezcla de sinceridad y de autocrítica.

Perdón por la petulancia de estas líneas, pero en momentos críticos como los actuales cada uno tiene que hacer su trabajo. Como me decían: «Indignados, pero trabajando (los que todavía podemos)». A veces esta labor pasa por poner las bases para que nuestra democracia funcione, mas allá de todos los errores y canalladas que los humanos sabemos practicar, con la misma solvencia que hacemos innovaciones y gestos emocionantes.

Puedo haberme equivocado en el tema elegido hoy, después de una semana, donde el tétrico liderazgo de la CV en el déficit de 2012 era obligado en un lunes como éste. Sin embargo, en estos momentos, quizás sea más básico recuperar confianzas. La grandeza no está solo en dar opiniones bien pensadas, sino en ayudar a entender al resto de ciudadanos lo que quizás, en algún momento pasado, no hemos hecho con absoluta corrección. Hoy lo importante es hablar de futuro y ello inevitablemente pivota en la confianza y en todas las cosas que individual o colectivamente algunos han conseguido saber hacer. Sólo se trata de que no se imponga la infertilidad del silencio que tantos asesores aconsejan.