El ministro Montoro, que no tenía demasiados amigos por ocuparse de los asuntos de la caja, acaba de ganarse la enemistad de los más de cien mil falleros de Valencia y su entorno. Ya no será necesario que visite el balcón municipal para que le piten desde abajo. Se le silba desde la distancia y también por teléfono. Eso hizo ayer su otrora defensora ardiente Rita Barberá, que le dijo de todo en público y en privado por desplegar a sus inspectores por los casales en la víspera de la «plantà». Seguro que las fallas no llevan muy ordenadas sus cuentas, pero la mayor parte de sus ingresos procede de cuotas y de subvenciones públicas. Solo las más grandes sacan algo de churrerías y mercadillos, que hay que ver cómo se han puesto porque les han retenido los permisos. Por lo demás, es como enviar a los inspectores a casa de un mileurista, y por ello se ha recibido la ´visita´ como un agravio. Luego, que venga Rajoy a pedirles que pasen la «cremà» al lunes.