He de pedir perdón, porque nunca he querido escribir en primera persona del singular; pero en esta ocasión no renuncio a ello, porque dos noticias tristes de las últimas jornadas me han traído recuerdos en mi carrera profesional que en buena manera influyeron en mi trayectoria periodística.

El primer acontecimiento a que me refiero está relacionado con una artista inolvidable en el teatro y en el cine español: Maruja Asquerino „lo que voy a relatar se produjo cuando aún se anunciaba en los carteles como María„. Ocurrió en el ecuador de la década de los años cincuenta del pasado siglo. En mi juventud y niñez, yo había tomado gran afición por el teatro, pues mi familia acudía semanalmente a la Casa de los Obreros „hoy, Teatro Talía„ y allí pude interesarme por todo el repertorio de los Quintero, Arniches, Pemán, Muñoz Seca, Paso, etcétera. Y, cuando iba a marchar a estudiar en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, un destacado crítico teatral valenciano, el ya desaparecido Ricardo Dasí Gadea, me hizo una propuesta que me abrió los ojos:

„Ya que se va a vivir a Madrid „siempre hablaba de usted, aunque fuera a un muchacho como yo„, me podía enviar entrevistas de teatro para mi página.

Aquello fue para mí una oferta ilusionante. Curiosamente, en una revista vi que Maruja Asquerino, muy entrada ya en el cine, volvía pronto al teatro. Y ese fue mi arranque. En cuanto llegué a la capital, busqué en la guía del teléfono el número de María Asquerino Muro „era hija de los renombrados Mariano Asquerino y Eloisa Muro„, y al día siguiente me recibía en su casa de la calle de Augusto Figueroa, junto a Fuencarral y Barquillo.

Fue mi primera entrevista de las muchas que a lo largo de medio siglo he escrito sobre personajes del espectáculo „aquello me relacionó con las máximas figuras de la época„ y el reciente fallecimiento de la aludida actriz „ahora, ya octogenaria„ me ha traído el recuerdo de aquel arranque en los escenarios, camerinos y tertulias teatrales nacionales con la pluma y el cuaderno en mano. Conservo, como casi todo lo que he publicado, aquella entrevista del año 1955. Me anticipó que iba a formar compañía con Enrique Álvarez Diosdado, y comentó que el motivo de volver a la escena era que «a todos los actores conviene hacer de vez en cuando teatro, pues se aprenden muchas más cosas que en el cine».

Junto a la nostalgia de aquella entrevista, revivido el recorte periodístico con motivo de la noticia triste de su fallecimiento, se me ha juntado otra evocación sentida días después; y es que el valenciano de Manises Pepe Sancho se nos ha ido igualmente, cuando fue precisamente en una compañía de «la Asquerino» „en los medios teatrales se utiliza ese artículo frecuentemente„ donde este actor y paisano tuvo su primer papel secundario cuando dio el salto a la capital de España, siendo muy joven, en busca de un porvenir teatral que resultó espléndido.

La marcha de Pepe Sancho me ha dolido igual y especialmente, pues, aparte una amistad de mucho tiempo, con este actor pasé largas conversaciones hace trece años, cuando el ayuntamiento, a través de la Fundación Municipal de Cine, me encargó para el homenaje que se le rindió en la Semana de Cince del Mediterráneo, un libro biográfico de nuestro paisano, que titulé Pepe Sancho, un estudiante aventajado, en el que expuse, con recuerdos escritos y gráficos, la trayectoria de un actor que triunfó en todos los medios y que la mayor popularidad se la dio un personaje en la serie Curro Jiménez. Ese papel, como digo, le dio la popularidad. Pero la fama la consiguió con otros muchos. La prueba, la enorme manifestación de duelo que se registró en el crematorio municipal de Valencia, en su despedida.