El día de la Cremà, viví un hecho vergonzante en la Falla Ceramista Ros. La estampa fue la mutilación de la figura central de la falla, la retirada de determinadas figuras y la repintada mediante grúa elevadora de los símbolos que un hindú, con la compañía de un notario, iba indicando. No era una película de Berlanga, era real. Una comisión fallera en levitación tras la abducción, una Junta Centra Fallera contraria a la tradición, la norma y el espíritu de las fallas y una Delegación de Gobierno en un ejemplo más de claudicación vergonzante. Las fallas se sustentan desde siempre en la crítica y la ironía, crítica que en personas civilizadas se acepta sin problemas ya que es efímera y se sabe de antemano que tiene que acabar en el fuego. Es improcedente abrir la puerta a que los criticados puedan presionar para coartar las imágenes, o los ninots, o los comentarios de los mismos. Que una comunidad como la hindú, con una ultraortodoxa religiosidad trasnochada en una sociedad civilizada y europea, amenace con el presumible levantamiento de 800 millones de hindús; que amenace a los miembros de la falla; que envíe un friki suicida que avisa a la policía, se queda 2 horas rezando delante de la falla y cuando se echa la gasolina pide un mechero a los falleros para inmolarse; que actúe de esta manera sólo puede calificarse en el Código Penal como coacción. Que la falla, la JCF y el Gobierno cedan y desmonten la falla horas antes de quemarla, pagando operarios, grúa y encima les regalen los muñecos que han pagado los falleros sólo puede interpretarse como una flagrante dejadez de funciones, complicidad, o vergonzosa claudicación ante las presiones. Una religión que se identifica por el sistema de castas, por la explotación laboral de la infancia y por la falta de derechos de la mujer no es sujeto para exigir respeto. El extranjero cuando está en otro país, al igual que hacemos los españoles, tiene la obligación de adaptarse a sus costumbres y tradiciones y en ningún sitio, excepto aquí, se permite que se imponga lo foráneo frente a lo propio. El tema es sencillo: hay que conservar la identidad, las costumbres y las tradiciones y la respuesta a las presiones es «Intégrate o vete».