El informe final de la ponencia del Senado de 2003 sobre «La situación de las enseñanzas científicas en la Educación Secundaria», aprobado por consenso de todos los grupos parlamentarios, nos recordaba la importancia de la «formación científica básica para la población» y pedía un aumento de los estudios científicos en Secundaria y en el grado de maestro y de didáctica de las ciencias en las facultades científicas. Tras el mismo, apenas cambió nada en la educación científica española, salvo la introducción de las Ciencias para el mundo contemporáneo para todos los estudiantes de 1º de Bachillerato, con unas escasas dos horas. Es una asignatura similar a Science for Public Understanding, de Gran Bretaña o Enseignement scientifique, série littéraire, de Francia.

Su objetivo es aproximar la ciencia a la población, en particular, enseñando a distinguir entre cuestiones científicas y no científicas, a buscar y seleccionar información y a analizar problemas socio-científicos. Sus contenidos son: «Nuestro lugar en el Universo», «Vivir más, vivir mejor», «Hacia una gestión sostenible del planeta», «Nuevas necesidades, nuevos materiales» y «La aldea global. De la sociedad de la información a la sociedad del conocimiento».

Ahora, la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad de la Enseñanza (Lomce), no parece que vaya a mejorar la calidad de la enseñanza de las ciencias en el sistema educativo, como lo prueba el mantenimiento del endemismo español (la unión de Física y Química en 1º de Bachillerato, que están separadas a esas edades en toda Europa) o la desaparición de las Ciencias para el mundo contemporáneo. Dado que son homologables a materias que se imparten en otros países de Europa y permiten realizar una enseñanza divulgativa y contextualizada de la ciencia a todos los estudiantes de bachillerato es difícil explicar su desaparición.

Quizá detrás de la misma estén los mismos intereses que también han propiciado la supresión de Educación para la ciudadanía, puesto que permite tratar temas como la evolución humana, la clonación y las células madre, etcétera. O quizá se trate de una prueba más del desinterés del gobierno por la ciencia, con sus recortes en la universidad y en I+D que están provocando la «movilidad exterior» y desarrollando «el espíritu aventurero» de nuestros graduados y doctores en ciencias. O quizá sea simplemente un daño colateral más de esta cruzada contra la enseñanza pública en la que está inmerso el Gobierno. Elijan ustedes.